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viernes, 22 de enero de 2016

La botella que viajó al fin del mundo

El alcalde de una isla perdida rescata un mensaje lanzado al mar en 1999 por un marinense embarcado en Malvinas y que aquel 25 de julio sintió morriña por Galicia
Marcos Gago / la voz, 22 de enero de 2016.
RAMON LEIRO 
25 de julio de 1999. El marinense Cándido Juncal Crespo, jefe de máquinas de un congelador gallego que faenaba en las Malvinas, añora su tierra natal y las celebraciones del Día de Galicia. No se le ocurre mejor idea para librarse de la morriña que confiar sus pensamientos al papel y lanzar al mar un mensaje dentro de dos botellas. Cuando regresó a casa, varios meses después, comentó con su familia cómo conjuró la nostalgia. Por supuesto, nadie apostaba ni un duro -el euro aún no existía entonces- de que algún día llegaría alguna a tierra.
7 de enero del 2016. Costa de la isla de Tristán da Cuña, a 2.173 kilómetros de la costa más cercana, en pleno océano Atlántico. El alcalde de la isla, posesión británica, Alex Mitham, pasea por la playa de Anchorstock. Algo sobresale en la arena. Es una botella. No parece nada especial, pero tenía un mensaje dentro. Lo abre y con la ayuda de su mujer, Hasene, y el editor de la web de noticias www.tristandc.com, logran descifrarla. Es una de las dos botellas lanzadas al mar por Cándido Juncal.
Cuando la noticia del hallazgo llegó a Marín, Dolores Cabaleiro, la mujer del maquinista, se llevó una gran sorpresa. Nunca se imaginó que su marido sería noticia, y menos aún por la anécdota de las botellas de aquel 25 de julio.
Sorprendida por la repercusión mundial del mensaje de su marido -la web de Tristán da Cuña pidió la colaboración de los internautas para encontrar al escritor de la misiva rescatada en sus costas-, Dolores Cabaleiro no sabía ayer qué decir. «Yo ya ni me acordaba de eso, fue hace tanto tiempo», manifiesta. Una vez que se entera de la búsqueda iniciada en Tristán da Cuña, la mujer de Cándido Juncal explica que desconocía el contenido concreto de la carta. «A él se le dio en esa ocasión por mandar las botellas con la carta al mar, la verdad es que lo contó en casa, pero no me acordé hasta que hoy me envió mi hija un wasap», recalca.
El protagonista de la historia, aún no sabe nada de su recién adquirida fama en la lejana isla. Está embarcado y faenando en Namibia, en África. Su mujer se lo contará todo cuando el barco recale en puerto y se comuniquen por teléfono. Ella sabe que su marido no se espera el hallazgo. «Es increíble que la botella no rompiera después de tantos años», afirma.
No sabe por qué su marido sintió tanta morriña aquel Día de Galicia en particular, pero la vida en el mar es dura, sobre todo con la familia tan lejos. «Habla mucho de hacer el Camino de Santiago, lo tiene en mente y será por eso, yo nunca le pregunté y ni me imaginé que iba a aparecer la botella», concluye.
Puede que, en contra de lo que diga aquella canción de «Hai un galego na Lúa», no lo haya, pero al menos sí hay un mensaje de un gallego en una de las islas más recónditas del mundo, un enclave que figura en obras del género de aventuras y de misterio, de la mano de Poe, Verne y Salgari.

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