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miércoles, 27 de enero de 2016

La amazona que socializó a «Sasha»

Irene Gefaell cuida desde hace cinco años a su yegua, con la que practica doma natural
Cristina Barral / la voz, 27 de enero de 2016.
CAPOTILLO / Irene Gefaell y su yegua «Sasha», ayer, en la playa fluvial
del Lérez, en Pontevedra, donde su presencia no pasó desapercibida.
«Sabiendo más de caballos y enseñando a tratarlos. No sé si con mi propio centro ecuestre, pero eso no es indispensable». Así se ve dentro de unos veinte años Irene Gefaell Valcarce, una pontevedresa nacida en Portugal que desde hace cinco años vive volcada con los caballos. En especial, con Sasha, su yegua. Irene tiene 19 años y empezó a montar a los 11. La amante de los equinos era por aquel entonces su hermana, a la que una caída bastante grave la apartó de esta afición.
«Tengo recuerdos de mi hermana. Tampoco demasiados porque era pequeña. Empecé poco a poco, iba a la hípica una vez cada dos o tres meses», explica acompañada por Sasha en la playa fluvial del Lérez. La presencia del animal, que come hierba, no pasa desapercibida para andarines y deportistas a esa hora de la mañana. Irene se fue enganchando poco a poco, tuvo que convencer a sus padres para ir a montar más a menudo y hoy su vida gira alrededor de los caballos. Trabaja en un centro ecuestre de Campañó, donde da clases a niños y adultos, y cursa estudios de equitación y equinoterapia.
¿Cuántas horas le dedica al día? «Casi desde que me levanto hasta que me acuesto. En mis días libre también cuido de mis animales -tiene dos caballos y dos perros en una finca-, aquí no hay vacaciones», señala. La relación que mantiene con Sasha es especial. Como ella dice, se entienden a la perfección, aunque no siempre fue así.
«Es una yegua cruzada de caballo gallego. No sé con exactitud cuántos años tiene porque no tenía papeles, calculo que unos 12 o 13 años y es pequeñita, pesa menos de 300 kilos», comenta. Un caballo bien cuidado puede vivir 40 años. A Sasha la conoció en la hípica donde Irene montaba. Fue el regalo de un padre para una hija, pero esa historia no salió bien. «Después de eso se volvió una yegua mala, muy resabiada, tenía las patas cortadas... Empecé a cuidarla y la domaba. Pero no fue nada fácil», recuerda mientras le acaricia las grines y le da un trozo de manzana.
Atacaba y se desbocaba
Irene se llevó tres coces en una pierna. Sasha, que entonces se llamaba Julieta, se desbocaba por el monte y atacaba a los perros y a las personas. «Ahora estoy muy bien con ella. Vive feliz y contenta en la finca, aunque tiene asma y cuando come muy rápido se atraganta», relata su dueña. Con Sasha practica doma natural, aunque también sabe de doma clásica y saltos. «La natural es una doma sin violencia, sin presiones agresivas. Se trata de trabajar con el caballo y entenderlo. Siempre hay que tenerle respeto aunque sepas de caballos, si no te llevarás una coz seguro. Hay que estudiar cómo es un caballo, qué siente, cómo se comporta en manada, y no obligarlo a entenderte a ti. Es una cooperación entre ambos», reflexiona Irene.
A Sasha le tira el monte. Menos la arena. No es un caballo de playa. Sí le gusta mojar las patas. ¿Necesita muchos cuidados? «Hay que revisar que tenga heno, agua limpia y cepillarlos. A mí me gusta que estén limpios, aunque no hace falta cepillarlos todos los días». La dieta de un caballo debe incluir hierba seca y verde y algo de fruta, manzanas y peras. Pero tampoco demasiado. «Un exceso de fruta es malo para los cascos y el pan tampoco es bueno porque le hincha la barriga y pueden darle cólicos», subraya Irene. A Sasha también le guste revolcarse como si fuera un gato. Y a su dueña le encanta hacerle fotos. Ambas tienen un club de fans en Internet. «Sasha triunfa en las redes sociales», bromea Irene, que cuelga vídeos y fotografías.
«Los caballos son nobles y son muy buenos animales. Eso sí, son herbívoros, si los cuidas mal ellos lo van a tener en cuenta. Y un error frecuente es comprarse un caballo antes de saber de caballos y de saber montar», matiza la joven. A Irene no solo le gustan los equinos. «He rescatado perros, gatos, hámsters, ratones y hasta gaviotas. Una gaviota que se quedó atrapada en mi edificio». Viendo cómo trata a su yegua no hay duda.

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