Mario Beramendi / LA VOZ, 28/09/2018
Fue hace cuatro años, una fría y oscura tarde de diciembre. Patricia Iglesias acababa de regresar del trabajo y estaba junto a su pareja filtrando el vino. Había sido una cosecha extraordinariamente abundante en su casa de Leiro (Ourense), donde solo se embotella para consumo propio. Ha pasado tiempo, pero la joven reproduce aquel instante con sorprendente precisión. Ella se giró y le dijo a él: «Oye, vamos a tirar mucho vino este año, deberíamos hacer algo; no sé, mermeladas, una crema...». A veces se sueltan así las cosas, con la naturalidad de quien abre una ventana para ventilar, pero sin demasiado entusiasmo. Su marido asintió con la cabeza, pero tal vez como si le hubieran propuesto, de repente, un safari por África. Al cabo de un tiempo, las cosas empezaron a torcerse, y Patricia se quedó sin trabajo. «Una nunca cree que su idea es buena hasta que empujan las circunstancias», reconoce. Así fue cómo una ocurrencia, soltada sin pleno convencimiento, terminó convertida en un proyecto empresarial innovador, que acaba de cumplir un año y que ha sido premiado recientemente por la Axencia Galega de Desenvolvemento Rural (Agader).
Ponte vino en la cara, GLADYS VÁZQUEZ / DANIEL PORTELA