Nueve crías de pato nadan estos días en las aguas del Cabe en Monforte y eso no tendría nada de raro si no fuese porque ya es diciembre. Son ejemplares de ánade real, el más común de las especies de pato silvestre del hemisferio norte, dominante también entre las aves acuáticas que viven en Monforte alrededor del cauce del Cabe. Esta ave cría preferentemente en primavera y nunca en esta época del año, aunque parece evidente que es más exacto decir casi nunca. «É unha época excepcionalmente tardía para ver roladas destas aves», apunta sorprendido Cosme Romai, biólogo de la Sociedade Galega de Ornitoloxía, al que no le consta otro caso así en Galicia. En todo caso, el futuro de estos pequeños patos es más que dudoso.
Todo apunta la que la causa de que estas crías naciesen tan fuera de tiempo está en otro fenómeno poco habitual, pero no biológico, sino atmosférico. Las hembras de ánade real incuban sus huevos alrededor de 28 días. Por su tamaño, la camada que trata de sobrevivir al frío diciembre monfortino debe tener apenas unos días, así que la puesta debió producirse a principios de noviembre, un momento en que las temperaturas eran poco menos que veraniegas. El calor de las semanas finales del otoño ayudó probablemente a hacer viable esta camada.
Cuentan los expertos que las parejas reproductoras de ánade real se forman por lo general en octubre y noviembre. Continúan juntos solo hasta que la hembra pone los huevos, a principios de la primavera. Ese es el comportamiento habitual de estos patos en estado silvestre, pero en el caso de Monforte no es excepcional ver crías en otras épocas del año. Quizá porque los ejemplares asentados aquí habitan un entorno urbano con acceso fácil a fuentes de alimento, quienes viven cerca del río o acostumbran a caminar por el paseo fluvial saben que no es imposible ver patos jóvenes avanzado el verano. O incluso más adelante. El año pasado, por ejemplo, una hembra crio a finales del otoño. Pero no hay constancia de otro intento reproductor tan extemporáneo como el de ahora.
En todo caso, nada garantiza que esta camada vaya a prosperar. Cosme Romai tiene serias dudas al respecto. El principal peligro para estas crías no es directamente el frío, ni siquiera las ratas o cualquier otro depredador. Es la falta de alimento. «Poden ter dificultades porque a súa dieta principal está composta por larvas e insectos acuáticos, e se entra o frío non os vai haber», explica.
Las crías de pato tardan alrededor de cincuenta días en ser capaces de volar, el momento en el que se considera que ya son adultos. Su dependencia de mosquitos y demás insectos de río es especialmente intensa en la primera mitad de su desarrollo. Si aguantasen un mes, ya podrían pasar a alimentarse de vegetación y eso no les va a faltar, salvo que el río se congele.
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