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domingo, 20 de diciembre de 2015

El Himno Gallego cumple hoy 108 años

El estreno fue en un acto en La Habana para recaudar para un mausoleo del músico Pascual Veiga en Mondoñedo
Martín Fernández, 20 de diciembre de 2015. 
FOTOS ARCHIVO HISTÓRICO DE M. FERNÁNDEZ /
El estreno fue un apoteósico homenaje al músico Pascual Veiga.
El Himno Gallego se estrenó oficialmente un día como hoy, el 20 de diciembre de 1907 en el Teatro Tacón de La Habana. Pero su gestación se inició antes, concretamente en 1890. Ese año, Pascual Veiga, que dirigía el Orfeón Coruñés, le pidió a Eduardo Pondal un texto para una partitura que iba presentar a un concurso. Y el vate de Ponteceso le remitió el que tituló Breogán y luego, con arreglos musicales, Os Pinos.
Dos años después, Veiga se trasladó a Madrid para dirigir el Orfeón Matritense y el del Centro Gallego y para impartir clases en el Conservatorio Nacional. Ahí ensayó alguna vez su nueva composición pero su estreno oficial tuvo que esperar a la fecha citada en La Habana.
Fue en la capital de Cuba «e non por casualidade», como dice el musicólogo Fernando López Acuña. En 1907 La Habana era una de las capitales culturales del mundo. La fuerte emigración gallega en el país caribeño tenía sentido de ausencia, de pérdida de Galicia, de morriña. Los emigrantes querían ser gallegos y modernos. Y tenían dinero y poder para serlo.
Texto a la moda
Así que crearon un Himno, una bandera y una entidad -la Asociación Iniciadora y Protectora de la Academia Gallega de la Lengua- que estuviese por encima de personas y partidos. Para bandera dibujaron una inspirada en la última que veían antes de partir: la de la Comandancia Naval de A Coruña, por entonces capital de Galicia. Y para Himno escogieron un texto a la moda de entonces, iluminado y lleno de símbolos, como era el poema de Pondal que musicó Pascual Veiga. El Centro Gallego de La Habana, una de las mayores asociaciones de emigrantes del mundo, se había constituido en 1879 a partir de una idea del periodista estradense Waldo Álvarez Insua y de diversos próceres de la colonia, entre ellos varios mariñáns como Pedro Murias, Pedro Moreda, Andrés Canoura, Pascual Aenlle y otros.
En 1906 -el mismo año en que Veiga moría en Madrid- el Centro había comprado el Teatro Tacón y sus terrenos próximos, en el corazón mismo de La Habana. En ellos, un año después, el 8 de diciembre de 1907, colocaron la primera piedra de lo que hoy es el impresionante y emblemático palacio del Centro Gallego, que se remató en 1913 cuando el Centro tenía ya 42.956 socios de los sesenta mil con que llegó a contar. Doce días después de esa primera piedra, el 20 de diciembre, con el ferrolano Fontenla Leal a la cabeza, organizaron una velada para recaudar fondos con que llevar los restos de Veiga a Mondoñedo y levantar un mausoleo en honor de quién era uno de los grandes mitos de la música gallega y de la galleguidad de entonces.
Los emigrantes, que querían ser gallegos y modernos, crearon un himno, una bandera y una entidad
Curros canta a Veiga y a la «Marsellesa Galaica do porvir»
El acto de estreno oficial del Himno Gallego fue un apoteósico homenaje al músico mindoniense. En el escenario colocaron un busto suyo y un retrato de Pondal. Y 25 muchachas, en representación de otras tantas sociedades de emigrantes gallegos que había entonces en La Habana, fueron posando ramos de flores delante de su imagen. La Banda Municipal de La Habana tocó el Himno de Veiga y Pondal, que abrió y cerró el acto y quedó oficializado como Himno Gallego.
La velada contó además con la Orquesta de la Opera que, dirigida por el maestro José Castro, Chané, ofreció la Alborada de Montes. El Orfeón Ecos de Galicia, que cantó la Alborada de Veiga. La soprano María Giúdice, que interpretó Unha noite na eira do trigo y Un adiós a Mariquiña. Y un coro de niños del Centro Gallego que hizo una versión de Airiños, airiños aires...
El acto concluyó con la intervención del presidente del Centro Gallego, José López Pérez, y con el recitado por parte del poeta Curros Enríquez, desde un palco, de un poema que había compuesto días atrás en honor al músico de Mondoñedo.
El poema concluye así: ¡Gloria a quén un tesouro nesa canción vos leiga/ que ha de ser a Marsellesa galaica do porvir!./ ¡Eterno aplauso, vítores eternos ó gran Veiga/ dun polo ó outro polo, do cenit ó nadir! Una estruendosa ovación acogió los versos de un Curros ya gravemente enfermo, que fallecería siete semanas después y que de ningún modo quiso faltar en el homenaje que los emigrantes tributaban a su gran amigo Pascual Veiga...
Muerte en la indigencia y controversia entre los emigrantes
Pascual Veiga falleció en Madrid el 12 de julio de 1906 en la indigencia. Fue enterrado en el cementerio de la Almudena. De inmediato, el semanario La Voz de Mondoñedo y el poeta Noriega Varela pidieron colaboración para su entierro.
Dos meses después, los emigrantes de Argentina y Cuba formaron comisiones para recaudar fondos para trasladar sus restos y levantar un mausoleo en su honor. Pero la iniciativa «se enfrió» hasta 1911. En esa fecha, el periodista y político compostelano Alfredo Vicenti alertó de que los despojos del músico, pasados cinco años, podrían ir a una fosa común. Y eso reactivó la idea de la mudanza.
3.889 pesos en Argentina
La iniciativa suscitó controversia entre los emigrantes. Los mindonienses de Argentina recaudaran 3.889 pesos y su presidente, José Mª Miranda Luaces, decía que nada sabía de los 1.600 pesos que habían reunido los de Cuba.
Y, mientras, en La Habana, el presidente del Centro Gallego remitía 7.874 pesos _la recaudación de la velada del estreno del Himno_ a Vicenti para cambiar las cenizas del ilustre músico y afirmaba desconocer los planes de los de Buenos Aires?
Traslado del cadáver
La polémica obligó a Vicenti a coordinar el traslado del cadáver de Veiga. Y en diciembre de 1911 el Concello de Mondoñedo designó una comisión para ello.
La presidía el teniente de alcalde, Alejo Ferreiro, tres concejales (Pardeiro y Martínez Insua) y dos directores de periódicos locales, César González-Seco, de Mondoñedo, y Dodolino Trigo, de La Voz de Mondoñedo, según recuerda en Vida Gallega el cronista Santiago Pernas.

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