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jueves, 17 de diciembre de 2015

Beethoven, dónde acaba el hombre y dónde empieza el mito del compositor

Beethoven le dejó antes de morir a su ayudante 400 cuadernos de apuntes. Este destruyó 264. Con el resto, elaboró una sesgada y alimentada biografía del compositor
LA VOZ, 17 de diciembre de 2015. 
En su lecho de muerte, Beethoven le encomendó a su secretario una misión crucial y además sencilla que, sin embargo, Schindler, también músico, no fue capaz de cumplir. «Atente a la verdad», le pidió.«Reúne mis papeles, dales el mejor uso posible, pero atente a la verdad estricta». Murió el maestro y se apoderó Schindler de sus cuatrocientos Cuadernos de conversación. Y se dispuso a contarle al mundo quién había sido Ludwig van Beethoven. Y cuando se sentó para hojear sus textos y resumir sus últimos nueve años de vida -en el momento en el que su sordera le bajó todo el volumen del mundo hasta apagarlo, el músico empezó a comunicarse con la gente que le rodeaba a través de estos apuntes- se permitió una descarada licencia.
Se vio capacitado para reescribir la historia de Beethoven, con derecho a juzgar el interés de sus ideas, a desechar párrafos, incluso a destruir los que consideró políticamente incorrectos. Como el efecto mariposa, una variación en los datos iniciales que acaba dando lugar a una evolución completamente diferente a la que debería ser. Ocultó al Beethoven real. Y creó uno nuevo. El que él quiso. El que realmente conocemos.
A Schindler le corresponde el mérito de escribir la primera y la más influyente biografía conocida de Beethoven, Biographie von Ludwig van Beethoven (Vida de Beethoven), pero también la menos fiel. De los cuatrocientos cuadernos que el director de orquesta llenó de reflexiones, anotaciones personales, teorías musicales y controvertidas observaciones políticas, su «honesto» amigo puso a disposición pública solo ciento treinta y seis en la biblioteca de Berlín.Un tercio de todo lo que Beethoven tenía que decir. Destruyó el resto y con lo poco que decidió salvar elaboró un retrato del director de orquesta al que, además, le añadió líneas apócrifas y exageraciones varias. Pero la gente le creyó. Los estudiosos se apoyaron en su relato como base para ahondar en la figura deBeethoven, nacido hace hoy 245 años, y especialmente para entender cómo el hijo de un director de orquesta alcohólico y una mujer débil, propensa a la enfermedad, hija de un cocinero, acabó convirtiéndose en el compositor de la Quinta sinfonía.
En la introducción de su obra Beethoven: leyenda y realidad, Edmon Buchet profundiza en las distorsionadas radiografías que han parido biógrafos e historiadores sobre la personalidad del compositor alemán. Para ellos -desarrolla-, Beethoven siempre es la víctima: «Víctima de la aristocracia vienesa que, sin embargo, le ha acogido, valorado y ayudado desde el principio; víctima de su familia y, en particular, de su sobrino; víctima de las mujeres». Pero el compositor, tal y como desarrolla el autor parisino, no encontró sus verdaderos enemigos en un mundo hostil, sino dentro de sí mismo.
Lo cierto es que la vida de Beethoven fue apasionada. Y utilizó todos sus contratiempos para crear. Y para interpretar. Recurrió inteligentemente a sus amores, a sus decepciones, a sus complicadas relaciones familiares, a sus enfermedades y a sus crisis morales, exagerándolas, distorsionándolas, para exprimir de ellas energía, gasolina, para convertirlas en fuente de inspiración. A raíz de ahí, se ha ido alimentando con regocijo y recreo su imagen de romántico y artista distraído. Atendiendo a lo que queda de sus cuadernos, Beethoven era, sin embargo, un auténtico agitador, maniático, encerrado en su sordera, «rodeado de amigos chismosos, de hermanos que no le le comprendían, de mujeres que se negaron a casarse con él, de un sobrino que no le soportaba», un hombre que utilizaba todo su dolor, exagerándolo incluso, para crear luminosas y poderosas sinfonías. Se dijo también de él que era hijo ilegítimo del rey de Prusia, Federico Guillermo II. Nada más lejos de la realidad.
De origen flamenco y plebeyo, Beethoven fue obligado desde muy pequeño, por capricho de su severo padre, a estudiar música. Lo trataba con crueldad. Lo encerraba en el sótano. Aún así, el niño comenzó a brillar. Lo hizo a su manera. Alejándose de las notas indicadas en las partituras, improvisando, inventando ya desde tan temprano.
Angustiado, Beethoven se bloqueó. Fue incapaz de progresar en la escuela y, aislado, se sumergió en sus propias fantasías y en la música hasta que entró en la veintena, década en la que su carrera comenzó a consolidarse. No fue un niño prodigio, como Mozart, pero tras la muerte de sus padres se trasladó a Viena y encontró allí una vía de escape. Nunca más abandonó la capital austriaca. Compuso, se relacionó con otros artistas, publicó su primera obra importante y comenzó a dar conciertos. Una época, la de los primeros años allí, plagada de ininterrumpidos triunfos personales. Fue entonces cuando le propuso matrimonio a la cantante Magdalena Willmann, que se negó porque consideraba que Beethoven era «feo y medio loco». 
En 1800, Beethoven organizó un concierto en Viena en el que presentó su Primera sinfonía. Impartía clases de piano a la jóvenes aristócratas, con las que mantenía espontáneos romances, en esa época se embarcó en giras europeas, granjeándose el respeto de los grandes mecenas de la ciudad, y entonces apareció la sordera. Discreta al principio, comenzó a atormentarle. Se planteó incluso el suicidio. Pero se aferró a la música. El tormento y la rebeldía se apoderó de sus sonidos, mientras en Europa triunfaba la revolución, y engendró entonces piezas tan memorables como la Sonata para piano n.º 8, conocida como Patética, y la Sonata para piano n.º 14, también llamada Claro de luna.
La capacidad auditiva de Beethoven evolucionó de manera inversamente proporcional a su actividad creadora. Cuando más intensa su sordera, más fértil su genio. Y, paralelamente, menos fortuna en el amor. Sufría enormemente Beethoven. Y escribía. De aquí salió la Quinta sinfonía, la Sexta sinfonía o Sinfonía Pastoral, laObertura Coriolano y la bagatela para piano Para Elisa.
Beethoven pasó los últimos años de su vida casi totalmente aislado por su enfermedad, relacionándose solamente a través de sus cuadernos. Su último gran éxito fue la Novena sinfonía, terminada en 1823. Falleció el 24 de marzo de 1827. En su escritorio encontraron el Testamento de Heiligenstadt, redactado en 1802, una carta escrita a sus hermanos en la que relata su desesperación y profunda amargura, y una desgarradora carta de amor. Estaba dirigida a su «Amada inmortal». «Mi ángel, mi todo, mi mismo yo».
Beethoven falleció a los 56 años y siempre han existido múltiples especulaciones sobre las causas de su muerte. El compositor padeció a lo largo de su vida múltiples dolencias dolor abdominal crónico, cirrosis hepática, nefropatía, pancreatitis crónica, depresión, así como alteraciones gastrointestinales, bronquiales, articulares y oculares.
Un reciente estudio realizados por el Centro de Tratamiento Pfeiffer en Warrenville (Illinois, Estados Unidos) en el año 2005 han revelado relevantes datos sobre las causas de la muerte de Beethoven. Los análisis de un mechón del pelo del compositor y de un fragmento de su cráneo dieron como resultado la existencia de altas concentraciones de un metal, el plomo. Esto podría indicar que el compositor podría haber padecido saturnismo.

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