Francisco Albo / la voz, 15 de diciembre de 2015.
OSCAR CELA |
Una tesis doctoral que fue presentada ayer en la Universidade de A Coruña indica que la historia de las poblaciones de oso pardo del noroeste de la Península Ibérica es mucho más complicada de lo que parece a primera vista. La tesis, realizada por la paleontóloga Ana García, recoge las últimas investigaciones sobre los fósiles de esta especie descubiertos en las cuevas de la montaña lucense -principalmente de la sierra de O Courel- y de Asturias. Una de sus principales conclusiones es que las poblaciones modernas de oso pardo de esta área geográfica no descienden genéticamente de los que vivieron en el mismo territorio durante el Pleistoceno y después de la última glaciación.
Según explica Ana García, las investigaciones realizadas hasta ahora parecen indicar que el ADN mitocondrial de los osos prehistóricos gallegos y asturianos está extinguido. «No hay que descartar del todo que en alguna parte queden descendientes vivos de que aquellos animales, pero por hay ahora no hay ninguna prueba», apunta. «Los datos que tenemos apuntan a que las poblaciones antiguas desaparecieron durante la etapa más fría de la última glaciación», añade.
La tesis de la paleontóloga señala que cuando terminó la era glacial, la península fue recolonizada por osos pardos procedentes de otras partes de Europa, posiblemente del territorio actual de Francia. Pero las poblaciones actuales del área cantábrica no proceden de aquella antigua oleada migratoria.
Segunda sustitución
La investigadora explica que, según todos los indicios, aquellos osos que se asentaron en el noroeste tras la glaciación acabaron desapareciendo en una época ya histórica -pero imprecisa, hace siglos o tal vez milenios-, probablemente a causa de la presión humana y el exceso de caza. «Más tarde fueron sustituidos a su vez por otras poblaciones de osos llegadas de alguna zona situada más al sur, posiblemente de Portugal», dice García.
Las investigaciones recogidas en la tesis doctoral de Ana García muestran que los osos pardos que vivieron durante el Pleistoceno en las montañas gallegas y asturianas presentaban una morfología muy diferente de la de las poblaciones que ocupan hoy el mismo territorio. Eran mucho más corpulentos y la investigadora los compara con los conocidos grizzlies de Norteamérica (Ursus arctos horribilis), una subespecie de oso pardo de un porte considerablemente mayor que el de los plantígrados europeos. «Los machos más grandes que viven ahora la región cantábrica pesan en torno a doscientos kilos, mientras que los de las poblaciones más antiguas podían tener entre trescientos y cuatrocientos kilos», precisa.
Por otro lado, García considera que uno de los aspectos de mayor interés de su estudio es el hecho de probar que el norte de la península -en contra de lo que suponían hasta ahora muchos investigadores- no sirvió como área de refugio de los osos pardos durante la etapa de frío más extremo de la Era Glacial, cuando esta especie desapareció de numerosas regiones del continente. «Esa zona de refugio pudo estar en Francia y al acabar la glaciación los osos se habrían expandido desde allí para colonizar la península y otras regiones europeas, como Escandinavia y los Balcanes», dice. Los que asentaron en el noroeste ibérico acabarían por desaparecer para ser reemplazados después por otra oleada procedente del sur. «Los parientes vivos más cercanos de aquellos primeros osos que vinieron tras la glaciación son los que viven ahora en los Pirineos», concluye la paleontóloga.
La coruñesa Ana García Vázquez realizó su tesis doctoral bajo la dirección de la palentóloga Aurora Grandal y la genetista Gloria González Fortes, ambas con amplia experiencia en el estudio de la fauna fósil de la montaña lucense.
-¿Qué tipos de estudios se realizaron con los fósiles de osos hallados en la provincia?
-Con los de las cuevas de O Courel se han hecho estudios genéticos e isotópicos, es decir, análisis de isótopos que permiten saber cómo era la dieta de estos animales. También se hicieron estudios métricos para determinar el tamaño y las proporciones de los ejemplares. Además, se analizaron fósiles hallados en la cueva de A Valiña, en Castroverde, pero en este caso solo pudieron hacerse estudios métricos.
-¿En su trabajo solo utiliza fósiles del norte de la península?
-Sí, porque son los únicos sobre los que tenemos información. En el sur de la península hay registros fósiles de esta especie, pero todavía no están estudiados y no hay datos que pudiese utilizar para mi tesis.
-¿Tiene previsto seguir realizando investigaciones en este terreno?
-Esa es la intención que tengo. Me gustaría seguir estudiando fósiles de oso pardo otras zonas de la península para compararlos con los de las regiones cantábrica y pirenaica y ver qué nos pueden enseñar sobre la historia de esta especie.
Los ejemplares del zoo de Marcelle son de origen asiático y no europeo, como se creía
Uno de los aspectos llamativos que recoge el estudio realizado por Ana García hace referencia a los osos pardos del zoo de Marcelle, en Outeiro de Rei. Los investigadores de la universidad coruñesa tomaron muestras genéticas de estos animales para compararlas con los datos obtenidos de los restos fósiles y de ejemplares vivos de otras regiones geográficos. Los análisis han mostrado que estos osos no son de origen europeo, como se pensaba hasta ahora, sino que pertenecen a un grupo genético asiático.
García señala que los abuelos de estos ejemplares proceden del parque de El Hosquillo, en Cuenca, donde en su día se reunieron osos de diversos circos y zoológicos. «No se sabe exactamente la procedencia de los abuelos de los osos de Marcelle, pero los datos genéticos indican que no son de origen europeo y menos aún ibérico», apunta la paleontóloga. «Los parientes genéticos más próximos que les encontramos son osos de Japón, pero eso no quiere que sus antecesores fuesen precisamente de allí, sino solo que descienden de algún linaje asiático», agrega.
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