Fernando Molezún / La Voz, 13 de agosto de 2015.
Final feliz para una de las más tiernas historias que se han vivido últimamente en la ciudad. El ya célebre conejito de peluche perdido hace una semana, Cotito, por fin vuelve a estar en brazos de su dueña, la pequeña Ana que, por cierto, no lo suelta, según afirma su madre.
El desenlace llegó de manera idéntica a como empezó, con un cartel dibujado a mano con el abigarrado conejito de peluche en el centro. Pero el mensaje era muy distinto. «Cotito ya está en casa. ¡Muchas gracias a tod@s!», rezaba este nuevo cartel que venía firmado por, la niña de dos años que perdió a su peluche, su hermana y su prima, autoras del fino trabajo artístico que permitió la identificación del desaparecido.
«Ayer por la noche (por el miércoles), recibí un mensaje en el móvil, uno de tantos en estos días, que no abrí hasta que ya eran las once de la noche. Enviaban una foto de Cotito y preguntaban si ese era el peluche que andábamos buscando», cuenta Ana Torre, la madre de la desconsolada niña, que no tardó en ponerse en contacto con el remitente.
A la mañana siguiente quedó con los rescatadores, un matrimonio de Pamplona -«encantadores los dos», advierte Ana Torre-, que veranean en A Coruña. Al parecer, lo encontró el padre de ella y lo llevó a casa. «Según me contaron lo metieron en la lavadora y, cuando vieron en el periódico la foto, se pusieron en contacto conmigo», relata la madre, ya más tranquila, después de pasar unos días de mucho ajetreo: «Ya no era el disgusto de mi hija, sino la enorme cantidad de llamadas que recibimos».
La pequeña Ana, a la que habían dicho que Cotito se encontraba de viaje, celebra hoy su cumpleaños, y cuesta imaginarle un regalo mejor. «Está como loca. Queríamos sacarle una foto al peluche, pero es que no lo suelta, es imposible quitárselo de las manos», cuenta la madre, que ya había empezado a cotejar otras alternativas -«Encontramos uno igual de segunda mano en Internet y nos hablaron de quién nos podía hacer una copia»-, antes de saber que la historia tendría un final feliz.
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