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viernes, 14 de agosto de 2015

Un preso se fuga con una tabla de surf de la prisión más deseada de Noruega

En la prisión isleña de Bastoy los presos viven en bungalós y realizan todo tipo de actividades, tanto laborales como de ocio
J.F, 14 de agosto de 2015.
La cárcel noruega de Bastoy ha vivido una fuga mucho menos espectacular que la de «El Chapo» Guzmán, pero sí bastante curiosa. En este caso, un preso se sirvió de una vieja tabla de surf y una pala para recorrer los tres kilómetros que separan a la isla donde se encuentra la prisión de la costa de Noruega. El jefe de prisiones Tom Eberchard explicó que estas fugas «son una excepción», en declaraciones a La Vanguardia. Y no es de extrañar, pues este recluso no podrá volver a una de las cárceles más deseadas del mundo.
La imagen de una cárcel para la mayoría de españoles es la de un edificio grande, rodeado por altos muros. Dentro, los largos pasillos se alternan con varias puertas de seguridad, y los presos cumplen condena en sus calabozos individuales. Una escena muy distinta es la que se puede ver en la penitenciaria de la que se ha fugado este preso. Bastoy crea en su isla una sociedad humana basada en la confianza mútua, un pequeño pueblo, pero en este caso, formado por cientos de presos.
La vida de los presidiarios es en comunidad, en viviendas de unas seis personas, en donde disfrutan de sus propias habitaciones y comparten la cocina y otras zonas comunes. La convivencia permite a los reclusos acostumbrarse a su futura vida en libertad, donde tendrán que convivir junto al resto de la sociedad.
En la isla hay unos 70 trabajadores, de los que 35 son guardas, que principalmente se encargan de contar a los condenados varias veces al día y tienen un trato muy cercano con los preso, de tú a tú, de igual a igual. Solo cuatro guardas custodian a los presos durante la noche, según apunta un reportaje de The Guardian. Junto al personal, en la penitenciaria hay más de un centenar de presos de todo tipo: asesinos, traficantes, delincuentes sexuales... todos ellos conviven en paz. Al llegar a la prisión, además de enseñarseles a cocinar, lavar y servirse por sí mismos, se les da una pequeña charla que muestra el carácter social y humanitario de la institución: se les exige que avisen en caso de fugarse para saber que están bien, explica Time.
Solo se da una comida al día en el comedor, mientras que el desayuno y la cena se la preparan ellos mismos con los alimentos que compran gracias a un subsidio de 70 libras mensuales y unas 6 libras diarias que ganan con su trabajo en la isla. La formación y el trabajo es otra de las actividades que realizan a diario los detenidos: se encargan del ganado de la granja, de cultivar verduras, del servicio de lavandería, de cuidar los barcos y vehículos o trabajan en una fábrica de madera; la comunidad se autoabastece por sí misma. Además, disponen de escuela, donde pueden aprender distintos oficios. Estos empleos y estudios se combinan junto a varias horas de ocio al día: pueden ir a pescar, hacer deporte en las distintas instalaciones de la isla, tocar instrumentos musicales, usar la sauna, tomar el sol, ir a la iglesia o a la biblioteca, entre otras actividades. 
Los presos noruegos pueden solicitar su envío a Bastoy cuando les quedan cinco o menos años para finalizar su condena, lo que ayuda a que los intentos de fuga sean mínimo. La lista de espera para ir a este «paraíso penitenciario» es larga. ¿Y este sistema funciona? Solo un 25 % de los presos noruegos vuelven a delinquir y en Bastoy el porcentaje baja hasta el 16 %.

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