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martes, 18 de octubre de 2016

Cuatro manos para cargar una seta

Mide unos 80 centímetros de largo por 30 de ancho, y pesa entre doce y quince kilos. Y ni siquiera es enorme
Carmen García de Burgos / LA VOZ, 18/10/2016

RAMÓN LEIRO 
Meter una seta en el maletero de un coche puede requerir de un mínimo de dos adultos para realizar el esfuerzo físico. Para los ajenos a la materia puede resultar inusual pero Juan Castiñeira, uno de los mayores aficionados a la micología de la provincia, asegura que las meripilus giganteus pueden llegar a alcanzar los veinticinco kilos. En este caso no fue necesario tanto derroche de energía, pero el ejemplar recogido la tarde del domingo por varios miembros de la asociación micológica que preside en las afueras de Cerdedo oscila entre los doce y los quince kilos de peso.
Lo cuenta con la misma pasión que pone a todo lo que tiene algo que ver con las setas, y con la misma con la que los cuatro aficionados acudieron a la llamada de uno de ellos, que el día anterior había creído ver un hongo de gran tamaño y muy poca frecuencia en los bosques gallegos.
Se trata de especies que nacen y crecen en árboles, y en esta ocasión brotaba de un tocón. Quien les dio el aviso tenía razón y una idea muy aproximada de su localización, a medio kilómetro del centro urbano, lo que les permitió dar con ella. Moverlo fue algo más complicado, aunque entre dos consiguieron introducirlo en el coche y traerlo a Pontevedra, entre otras cosas por sus dimensiones: mide 80 centímetros de largo y unos treinta de ancho.
Allí, en el restaurante que dirige en el centro de la zona monumental Castiñeira, O Bioco, permanecerá expuesto el tiempo que pueda, «ata que empece a cheirar. O ano pasado collín outra e durou unha semana», matiza.
En este caso los curiosos se van a tener que quedar con las ganas de conocer cómo sabe. Hay «discrepancias en torno á súa comestibilidade», advierte el experto. En cualquier caso, el hecho de nacer de la madera le confiere un sabor tan fuerte que es tan difícil de disimular como de combinar. Lo suficiente como para que no valga la pena arriesgarse con los fogones.
La meripilus giganteus ha sido una de las escasísimas alegrías que esta temporada micológica, inaugurada hace menos de un mes, ha dado a los aficionados. La falta de lluvia y el intenso calor que ha marcado las últimas semanas han puesto todas las esperanzas en las gotas que empiezan a caer.
Esperan que sean ellas las que sigan alimentando otro ejemplar que han detectado, esta vez sobre madera viva, en un árbol de la carballeira de San Xurxo de Sacos, en Cotobade, que quieren respetar para verla crecer.

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