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sábado, 4 de junio de 2016

Un arca de Noé donde caben 5.000 personas

Tiene dimensiones faraónicas y un viaje programado hacia el Brasil olímpico. Es el Arca de Noé que un carpintero de 58 años ha construido
BERTA Herrero / El Mundo, 04/06/2016
Plano general del arca donde caben 5.000 personas, con 125 metros
 de largo. JOHAN HUBIERS
Una colosal estructura de madera se erige en los márgenes del delta que atraviesa la ciudad de Róterdam. El cuello de jirafa que preside la cubierta y las cabezas de osos, leones, cocodrilos o caballos que asoman por sus ventanas, avisan al marinero de que se encuentra frente a una réplica de dimensiones bíblicas del Arca de Noé, hoy amarrada a pocas millas de la gran mezquita de Essalam. En la pasarela que la mantiene ligada a tierra firme espera Johan Huibers, su autor: "¡Bienvenidos a mi sueño!", invita. A sus 58 años, los mocasines pastel, los pantalones rojos, la americana azul y la camisa blanca cuyos puños inmaculados no aciertan a esconder las rugosas y ennegrecidas manos de Johan combinan a la perfección con los dos pilares de su vida: la fe y las finanzas.
El sueño imposible de hundir es el título del libro que lleva bajo el brazo este holandés, carpintero de formación. Una obra autobiográfica en la que relata, entre otros sucesos, el que le empujó a lanzarse a la construcción de esta sagrada estructura cuando tenía 33 años: "Ocurrió una noche de tormenta en la que olas enormes amenazaban mi pueblo. Soñé que superaban los diques y arrasaban con todo. A la mañana siguiente, mientras trabajaba remodelando una librería, me encontré con un precioso ejemplar ilustrado del Arca de Noé. Fue una señal que me mandó Dios. Me eligió. Desde entonces supe que era yo quien tenía que construir un arca: cada cuerda, cada tablón, cada clavo, cada esquina. Sería un solo hombre contra los elementos".
En la mano que tiene libre, el soñador sostiene el último modelo de iPhone, a través del que mantiene una acalorada conversación con su bróker. Al colgar, y a caballo entre la ironía y la preocupación, se explica: "Con frecuencia le pido a Dios que me enseñe el camino. Ahora le pido además que se apresure a hacerlo, ya que tengo muchos negocios que atender, una familia y cuentas bancarias de las que preocuparme". Su meta es llegar con el arca hasta Brasil este verano para coincidir con los Juegos de Río. "Será una gran oportunidad para enseñar el Evangelio", dice. Aunque "será difícil que lleguemos a tiempo. Intentaremos hacerlo para los Paraolímpicos".Johan, de 58 años, autor del arca. B. HERRERO
A excepción de las de representantes de empresas navieras, técnicos náuticos y algún periodista, el arca ya no recibe visitas. "Tuve que cerrarla al público en enero para efectuar las reformas que requiere un viaje transatlántico -cuenta-, ¡pero hasta entonces más de un millón de personas acudieron a verla!". El cartel a la entrada anuncia el precio de acceso: 12,50 euros. "Casi nadie hace clic en el botón de 'donar' de mi página web -se lamenta-. El proyecto se financia mayoritariamente con las visitas".
Dentro del arca van figuras de cocodrilos, caballos, osos,
elefantes... JOHAN HUIBERS
Los pasillos que comunican el dormitorio de Noé con el restaurante o las dos salas de cine que alberga el arca se ha convertido en un laberinto ahora que éste permanece en penumbra. A pesar de la falta de luz, Johan camina a paso seguro y con aires de dandi, guiando a quien acepta sumergirse de su mano en la historia de Noé, cuya narración combina con la de hechos apocalípticos de lo más variado. "Se avecina un maremoto que va a arrasar Holanda. Va a ocurrir este año, cuando el arca ya esté lejos de aquí", anuncia. Se detiene frente a un inmenso cuadro que retrata al superviviente del gran diluvio predicando entre sus contemporáneos: "Se lo he intentando explicar a las autoridades y no me creen; he avisado al dueño del dique de La Haya de que la tormenta lo atravesará y todo quedará destrozado. Pero no me escuchan", añade. Lleva la mirada hacia el lienzo y señala a Noé: "Esos creyeron que él estaba loco. Ahora creen que yo estoy loco".
El pino que viste suelo y paredes cruje a su paso. "Vivimos tiempos turbios en los que convergen muchos símbolos que anuncian que el final está cerca. Si no me crees, piensa por ejemplo en la última gran idea de Obama: ¡dejar que los chicos entren a los servicios de las chicas! ¿No es de locos? Si ellos [los transexuales] tienen un problema, que no nos creen otro a nosotros".
Johan no entiende la transexualidad y considera el aborto "un crimen", pero dice tener muy claro qué ocurrirá el 23 de junio: "el Brexit" ganará el referéndum y Alemania, Holanda y los países nórdicos se unirán a Reino Unido en su huida de la Unión Europea; también Rusia. Al sur quedará la vieja comunidad con la intención de recuperar los territorios del Imperio Romano, incluida Turquía. "Todo esto está en la Biblia y significa el final de los tiempos".
Más de 5.000 personas caben en este arca de 125 metros de largo, 29 de ancho y 23 de alto. Quienes visitan sus estancias repletas de animales de plástico y maniquíes barbudos "reviven el amor que Dios le transmitió primero a Noé y después a mí", dice Johan. "Mi sueño fue, desde el primer momento, construir este arca", dice, aunque admite que empezó diseñando otra "más pequeña, de 70 metros de largo, 9,5 de ancho y seis de alto" que se encuentra ahora en Oslo.
Su definitiva creación colosal incluso ha acogido ya una boda: la de Jeroen, un rockero transmutado en discípulo de Johan que es también su primer milagro. "Le dije que sólo había dos caminos, el del cielo o el del infierno, y que tenía que elegir", recuerda. "Un día se pasó con la heroína y cayó en coma. Al despertar, se dio cuenta de que Dios le había salvado". Jeroen y su compañera hicieron del arca su hogar mientras éste ayudaba a Johan con la instalación eléctrica. Cuando terminó su labor, contrajeron matrimonio en la cubierta.
Hoy Johan recibe la visita de John Kamp, el dueño del barco remolcador que va a comprar por casi un millón de euros. "Mi bróker me ha recomendado que lo haga ahora que está a buen precio. ¡Hace unos meses valía el triple!". Kamp, en quien ha depositado sus esperanzas de alcanzar América, trae unos planos náuticos para explicarle los cambios que habrá que hacer si no quiere que el arca se dañe en el viaje transatlántico. Al terminar su reunión, Johan le entrega una Biblia y le pide que la lea "sin pausa, durante dos semanas, hasta el final". John acepta a regañadientes.
Subiendo los interminables escalones que conducen a la última de las cinco cubiertas, el carpintero recuerda que construyó esta nave "para advertir a la gente de que se tiene que tomar en serio a Dios. Hay muchas cosas que no se saben. Por ejemplo, que quien paga a través del móvil irá al infierno". Apoyado en la borda, pierde la mirada en el mar: "He viajado por todo el mundo ayudando a los pueblos: Etiopía, Albania, Bosnia tras la guerra... Y quiero seguir haciéndolo. Espero que mi arca llegue a Brasil y que los pobres y los niños sin hogar puedan visitarla para entender el mensaje de Jesús. Les regalaremos una Biblia en su idioma". Alzando la vista al cielo de Róterdam, vuelve a soñar: "Tras América, llevaremos el Evangelio a Asia. Empezaremos por Corea del Sur. Ahí hay muchos cristianos...".

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