X. F. / La Voz, 16 de marzo de 2016.
ALBERTO ESTEVEZ | EFE |
El número 13 de la rue del Percebe es una de las direcciones más celebradas del cómic. La peculiar comunidad de vecinos del edificio -el moroso del ático, el ladrón, la anciana amante de los animales, el veterinario que inspira nula confianza, el tendero, los hermanos traviesos o el gato y el ratón- resiste perfectamente la prueba del tiempo: aunque se publicó originariamente entre 1961 y 1968 en la revista Tío Vivo, la serie ha conocido varias recopilaciones y ahora Ediciones B publica una edición integral con las 342 páginas que certifican el talento y la capacidad de trabajo de Francisco Ibáñez.
El historietista, que hoy cumple 80 años, lejos de jubilarse, mantiene vivos a sus dos personajes más populares, Mortadelo y Filemón. Le siguen tomando el pulso a la actualidad: de los mundiales de fútbol a Bárcenas, Ibáñez recurre a sus creaciones para retratar una visión alternativa de lo que han sido las últimas décadas en España, pasada por el filtro de una sátira más ácida de lo que en principio podría parecer. Si la democracia le facilitó la expresión -el inventor de monstruos de la rue del Percebe tuvo que mudarse y desaparecer del edificio por orden de la censura-, la política le ha dado buenos ingredientes que ya empieza a rechazar so riesgo de empalague: «A veces los políticos hacen más gracia que nosotros. Son una competencia desleal», declaró ayer a Efe en la presentación del tomo, aunque también tiene claro que si hubiese metido a alguno en sus viñetas en los años 60 «habría acabado picando en el Valle de los Caídos».
Por lo demás, poco ha cambiado en la vida de Ibáñez. Reconoce que un día de trabajo se asemeja mucho a sus jornadas de hace veinte o treinta años (su primera historia apareció en la revista Pulgarcito el 20 de enero de 1958, con Mortadelo y Filemón como protagonistas). Le dedica las mismas horas, pero la producción se ha reducido. De hecho, la sobrecarga fue la que lo llevó a abandonar en su día a los inquilinos del número 13. «Tuve que dejar de lado el que me llevaba más tiempo y dedicación. Hacer cinco o seis páginas semanales es algo habitual, hacer diez es una heroicidad y hacer quince es completamente imposible, pero yo llegué a hacer veinte en aquella época», recordó ayer. Una dedicación a la que es ajena la informática: «El día que alguien me diga que hay un ordenador capaz de dibujar y de pensar una historieta, yo seré el primero en hacer cola en la tienda».
Colas de admiradores
Hoy por hoy, los que guardan fila son sus numerosos admiradores, que se presentan fieles a toda cuanta sesión de firmas. En la primera edición de Viñetas desde o Atlántico, en A Coruña, Ibáñez se perdió el homenaje del salón a Mortadelo y Filemón por la interminable cola de seguidores que querían que les firmase y dedicase sus álbumes.
Así que a pesar de soplar 80 velas el dibujante no piensa en retirarse. «Como no me dejan jubilar, ya hemos entrado en el segundo cincuentenario [de Mortadelo] y estamos haciendo planes ya para el tercero, para ver qué varío para que siga despertando la atención de la gente», admite.
Ibáñez es un superviviente de aquella época dorada en la que «los quioscos estaban llenos de tebeos; había el Capitán Tormenta, el Capitán Relámpago, el Capitán Trueno, cada fenómeno atmosférico tenía su capitán. Todo eso ha desaparecido excepto Mortadelo y Superlópez». ¿Y cómo sería el número 13 de hoy? «Ya no habría portería, en su lugar habría un banco una inmobiliaria, habría algún piso ocupado, el caco sería un banquero que ha jodido a la gente con las preferentes y el moroso debería afrontar un desahucio».
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