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lunes, 30 de noviembre de 2015

El planeta busca en París el primer pacto global contra el cambio climático

Comienza una cumbre histórica para frenar el calentamiento global
R. Romar / la voz, 30 de noviembre de 2015.
Nunca antes millones de personas habían salido a la calle en todo el mundo para exigir a sus líderes un acuerdo coincidiendo con el inicio de una cumbre del clima; nunca antes se habían celebrado tantas reuniones previas para preparar las negociaciones; nunca antes los datos científicos que avalan la existencia de un cambio global acelerado habían sido tan contundentes; nunca antes varios líderes mundiales habrán asistido al inicio de la gran conferencia climática convocada por la ONU; y, sobre todo, nunca antes los dos países más contaminadores del planeta, China (con el 24 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono) y EE.UU. (15,5 %) se habían presentado en una reunión similar con compromisos claros de reducción, en un caso, y de estabilización de sus gases de efecto invernadero, en el otro, un paso crucial para alcanzar un pacto. Son razones, por las que la cumbre de París puede ser la primera de la que surja un verdadero acuerdo global, refrendado por la inmensa mayoría de los países, para frenar el cambio climático. El objetivo: lograr que el planeta no supere, de aquí a fin de siglo, el aumento de dos grados de temperatura con respecto a los niveles preindustriales (1880). A partir de esa cifra el cambio global puede ser irreversible. Y también sus consecuencias.
¿Por qué es posible llegar a un acuerdo?
En la cumbre de Copenhague del 2009 las expectativas eran las mismas que ahora, pero fue un fracaso. Una debacle de la que se ha aprendido y ahora parece que el mundo no está dispuesto a caer en el mismo error. El liderazgo de Obama es otro factor decisivo, ya que hasta ahora casi todo el peso recaía en la UE. También ayuda la mayor conciencia global del problema, los informes que delatan la gravedad de la situación, más contundentes aún que hace seis años, y la propia encíclica del papa sobre el cambio climático, unida a sus reiterados mensajes apelando a la necesidad de un acuerdo, ya que lo contrario sería «catastrófico». El ejemplo de Francisco fue seguido por los imanes musulmanes. Existe, además, otro dato contundente conocido en las últimas semanas: la temperatura mundial ya aumentó un grado con respecto a los niveles preindustriales y avanza hacia una subida por encima de los dos grados, el límite aceptable. Hay otro dato que demuestra que esta reunión es distinta a cualquier otra: han comprometido su asistencia 150 jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo en la inauguración de hoy. Nunca se había visto nada igual.
¿Por qué sería realmente el primer acuerdo global?
Porque el Protocolo de Kioto, en su primera versión que culminó en el 2012, solo cubría un mínimo del 55 % de las emisiones globales y para ser ratificado solo necesitaba a 55 países industrializados. No exigía compromisos de reducción a países que entonces se consideraban en desarrollo, como China (ahora, con el 24 % de las emisiones globales); India (6,9 %); Brasil (2,34 %), México (1,67 %) o Irán (1,65 %) y tampoco fue ratificado por EE. UU. La renovación de Kioto, actualmente en vigor, fue aún peor, ya que dejó casi todo el protagonismo a la UE y solo cubre el 15 % de las emisiones mundiales. Ahora, y antes del inicio de la conferencia de París, 183 países entregaron en la ONU sus compromisos de reducción, que abarcan el 97 % de las emisiones mundiales.
¿Cuál es el principal obstáculo?
Decidir la validez jurídica que tendrá el acuerdo. El objetivo es que sea un compromiso jurídicamente vinculante, es decir, se incorporaría a la legislación de cada país, y revisable, de tal modo que un órgano regulador, en este caso la ONU, verifique el cumplimiento de los acuerdos cada cinco años. El Protocolo de Kioto, en vigor hasta el 2020, sí es un tratado vinculante, una fórmula que pretende evitar China y otros países, porque no quieren que se inmiscuyan en su autonomía, y que daría problemas a EE.UU. Un texto jurídico vinculante tendría que ser ratificado por el Senado, donde Obama no tiene mayoría. Los expertos legales tendrán que hilar muy fino.
¿Hay más dificultades?
Sí, muchas, porque lograr un acuerdo que aprueben 196 países exige una auténtica orfebrería diplomática. Un debate crucial es el reparto de las responsabilidades de cada país, que, a la postre fue lo que llevó al fracaso la cumbre de Copenhague, con unos Estados echándole la culpa a otros sobre su responsabilidad en el cambio climático. Otro escollo es lograr una financiación de 100.000 millones de euros anuales para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los impactos ya existentes del cambio climático (sequías, inundaciones, olas de calor...) y a iniciar la transición hacia una economía verde mediante la ayuda al desarrollo de tecnologías limpias.
¿Son suficientes los compromisos?
No. Con los compromisos de reducción entregados a la ONU solo se conseguiría limitar el incremento de temperaturas de aquí a fin de siglo en una horquilla de entre 2,7 y 3,5 grados, por encima del techo admisible de los 2. Es de esperar que en el acuerdo final se recojan nuevos esfuerzos de reducción de emisiones de efecto invernadero.
¿Qué ocurrirá si no hay acuerdo?
Lo peor. Si no se reducen los gases liberados a la atmósfera, la temperatura subirá entre 3,7 y 4,8 grados a fin de siglo. O más. Ya nada sería igual.

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