Ana Lorenzo / LA VOZ, 13/11/2016
Cada día llegan a la depuradora de Bens de A Coruña 2.500 kilos de toallitas húmedas que han sido arrojadas por el inodoro, una cantidad que al mes se convierte en casi 70 toneladas (lo que serían tres camiones grandes cargados hasta arriba) y que al año puede llegar a rondar las 1.000 toneladas. Algo parecido ocurre en la EDAR (estación depuradora de aguas residuales) de Lagares y Teis, de Vigo, donde mensualmente se acumulan más de 50 toneladas de este producto de limpieza que, por mucho que insistan algunas marcas, no son desechables, según acaba de constatar un estudio realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).
Estos son solo dos ejemplos de lo que ocurre en las principales ciudades gallegas. Pero mucho antes de que estos millones de kilos de toallitas acaben atrapadas en los filtros de las depuradoras, recorren las tuberías de las redes de saneamiento, incrementando el número de atascos, reventando colectores, provocando el grave deterioro de los bombeos, y, lo que es peor, llevándose entre el 10 y el 15 % del presupuesto del que disponen las compañías de aguas y que podrían ser invertidos en la mejora de las infraestructuras.
Así lo explica José Manuel Orejón, de la empresa municipal de aguas de A Coruña (Emalcsa), que reconoce que la situación sería mucho peor si no se llevaran a cabo diariamente labores de limpieza y mantenimiento de la red. «Nosotros realizamos tareas preventivas, porque a medida que vas limpiando evitas los atascos, pero a pesar de ello realizamos anualmente unas 1.600 horas de urgencias, la mayoría son atascos provocados por toallitas, compresas y por otro tipo de residuos que se tiran por los desagües, y que en algunos puntos también confluyen con lo que arrastra la red de pluviales».
Del millón y medio de euros de presupuesto que maneja Emalcsa, un 15 % (325.000 euros) se destina al gasto ocasionado por estas emergencias, un importe al que hay que sumar los 100.000 euros anuales que se invierten en la depuradora de Bens en la retirada de toallitas. En Vigo la cantidad estimada por Aqualia ronda los 225.000 euros, mientras que Viaqua calcula que en Santiago y Pontevedra el gasto supera los 500.000, y en Ourense se eleva a los 600.000 euros. Por su parte, Vilagarcía -que incluso encargó un estudio específico a una consultora- cifra en 200.000 euros al año la sangría causada por las toallitas y en Ferrol (Emafesa) la cantidad se queda en 67.500. La suma del gasto anual de todas estas ciudades se sitúa en 2,4 millones de euros (cerca de 405 millones de pesetas), pero si se extrapolan los datos al resto de villas gallegas que tienen más de 20.000 habitantes la cifra se elevaría a los 5,5 millones (casi mil millones de pesetas).
Desperfectos y medio ambiente
La mayor parte de este presupuesto se invierte en solucionar todos los problemas que causan las toallitas en la propia red, «porque la vida de las bombas es mucho menor. Las toallitas se van rompiendo en fibras muy largas que se van atascando en las bombas, y, además de provocar que haya que desatascar las bombas 5 o 6 veces al día, al final se acaban estropeando mucho antes de lo previsto», explica José Manuel Bello, responsable técnico de operaciones de Viaqua, que también alerta del problema medioambiental. «Las toallitas vienen acompañadas de determinados compuestos, como cremas y aromatizantes, que se disuelven en el agua y no son biodegradables. Muchas plantas de tratamiento no son capaces de eliminarlos, lo que se traduce en microcontaminantes que acaban yendo a parar al medio ambiente», advierte.
Los problemas también afectan a las estaciones depuradoras, que incluso se ven obligadas a detener su funcionamiento debido a la acumulación de grandes cantidades de deshechos. La empresa Emafesa, encargada de poner en marcha la EDAR, de Ferrol, se ha visto obligada a realizar en los últimos dos años dos paradas de los equipos de desbaste de sólidos para repararlos por la avería causada por la acumulación de toallitas, compresas, trapos, plásticos y otros residuos. «Estas tareas de reparación, además del coste en sí en horas y materiales, conllevan tener que duplicar o triplicar dichos equipos, dada la frecuencia de las paradas para reparar, con el consiguiente coste de inversión y amortización», apunta Alejandro Pisa Jaraba, director gerente de Emafesa, que insistió en que, sin la labor preventiva que se realiza a lo largo de todo el año en la red de saneamiento, «los problemas de atascos serían todavía mucho mayores».
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