R. Romar / LA VOZ, 14/11/2016
El tiempo, esta vez, no será un obstáculo. El cielo, si las previsiones se cumplen, estará despejado, pero tampoco se cree demasiadas expectativas si eleva la vista esperando encontrarse con un espectáculo único, porque es probable que quede defraudado. Es cierto que esta noche se producirá la mayor superluna desde 1948, un fenómeno que tiene lugar cada vez que la luna llena coincide con la fase de mayor acercamiento del satélite a la Tierra, el perigeo. En esta ocasión será la mayor cercanía desde hace 68 años, por lo que en teoría será un 30 % más brillante que cuando coincide en su apogeo -la máxima distancia entre los dos astros- y un 14 % más grande, aunque estos porcentajes se reducen a la mitad con respecto a una luna llena habitual. Pero, en la práctica, en una simple contemplación del cielo apenas se notará la diferencia, a no ser que sea una persona experta y acostumbrada a realizar el seguimiento lunar. Y respecto a una superluna de las consideradas normales, que se producen entre tres y cinco veces al año -las últimas ocurrieron el 16 de septiembre y el 16 de octubre, y la siguiente está prevista para el 14 de diciembre-, la diferencia será mínima o inexistente.
«Se notará un poco más de brillo, pero tiene que ser alguien muy experto para apreciar la diferencia, aunque es probable que a la hora de verla funcione la sugestión», explica José Ángel Docobo, director del Observatorio Astronómico Ramón María Aller de la Universidade de Santiago. A su juicio, lo que convierte al fenómeno en singular con respecto a otras superlunas es que solo habrá dos horas y media de diferencia entre el momento del perigeo (12.22, hora peninsular) y la irrupción de la luna llena. «No creo que nadie se vaya a quedar impresionado por el tamaño de la Luna. La diferencia apenas será apreciable y no creo que sea un fenómeno que vaya a llamar la atención de nadie que no sepa que está pasando, a no ser que ya esté previamente sugestionado», corrobora Marcos Pérez, director del Planetario de A Coruña. Y en una línea parecida se pronuncia el astrofísico Borja Tosar. «No hay que esperar ningún espectáculo celeste dramático, ni ningún espectáculo de Hollywood. Será -apunta- una superluna como las que vinieron antes y las que vendrán después, porque aunque coincida con que esté un poco más cerca de la Tierra, no es algo significativo. Será, a simple vista, una superluna más». Aunque Tosar también entiende que una oportunidad como esta puede ser una buena ocasión para contemplar el cielo.
Si en cuanto a tamaño no se observará casi ninguna diferencia, el aumento de un 15 % del brillo con respecto a una luna llena normal sí puede ser algo apreciable. «En una ciudad, con la contaminación lumínica, puede que no se distinga esta mayor luminosidad -señala Tosar-, pero la gente que viva en el campo, alejada de las luces, sí que podrá notar que es más brillante».
«Difícil distinguir la diferencia»
Las diferencias, en cualquier caso, no serán demasiado fáciles de percibir para una persona que no esté habituada a observar la Luna. «Realmente es muy difícil distinguirlas a simple vista», reconoce Miguel Serra Ricart, del Instituto de Astrofísico de Canarias.
En cualquier caso, para advertir el fenómeno en toda su grandeza el mejor momento es observarlo cuando el satélite entra por el horizonte, mirando al este, sobre las siete de la tarde, justo cuando se produce la ilusión visual que nos hace ver la Luna mucho más grande que lo que en realidad es. Es lo que ocurre habitualmente, pero es aconsejable pararse a presenciarlo. Vale la pena. No volverá a estar tan grande y brillante hasta el 2034.
ALY SONG | REUTERS / XAVIER FONSECA
Una ilusión óptica habitual que engaña al observador
«Yo invitaría a la gente a disfrutar de la ilusión de la luna llena saliendo por el horizonte mirando hacia el este. Es cuando te da la sensación visual de que realmente es inmensa, porque tienes el contorno como contexto, aunque realmente es un efecto óptico, porque siempre tiene el mismo tamaño». Es el consejo de Marcos Pérez, director del Planetario de A Coruña. Es una experiencia que se puede vivir cualquier día de luna llena, aunque en días como el de hoy, en el que está más cerca de la Tierra, «puede que esta ilusión sea más intensa, porque será un poco más grande y brillante de lo habitual». José Ángel Docobo, director del Observatorio Ramón María Aller de la USC, explica que esta ilusión óptica «es un defecto de nuestra visión, que se produce cuando los objetos están más bajos. Si la luna la miramos a las dos de la madrugada, cuando ya estará bastante alta en el cielo, el efecto será muy distinto.
Lo que también es seguro es que habrá que esperar hasta el 25 de noviembre del 2034 para que vuelva a coincidir una superluna como la de esta noche. El satélite estará en esa ocasión a 356.448 kilómetros de la Tierra, 75 kilómetros más cerca incluso que esta noche.
Hoy será un día en el que también habrá que estar atentos a las mareas. Serán vivas, como cada vez que el satélite se muestra en todo su esplendor, pero mayores y más intensas de lo habitual. Está previsto que sean cinco centímetros mayores que en otras lunas llenas, aunque esta cifra puede variar bastante en función del tipo de costa. A veces también se sugiere que el incremento de la atracción gravitatoria entre la Tierra y la Luna durante una superluna podría producir perturbaciones geológicas en forma de terremotos y tsunamis, aunque en realidad este aumento es demasiado pequeño como para poder causar estos efectos.
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