Entramos en esta y otras dos escuelas que rompen esquemas
Ana Abelenda / La Voz, 12/11/2016
ÁLVARO BALLESTEROS |
Fue un día insólito. Lo más en la historia mundial de la diplomacia llamada a limar asperezas en cenas de Estado caseras. «El día que el príncipe George conoció a los Obama». El sujeto del titular no es azaroso, como no lo fue el enfoque de la instantánea: el pequeño George de Cambridge recibiendo en bata a unos Obama que se abajaron a saludarlo. El foco de la escena y todos sus personajes se giraron hacia el niño, en un guiño al modelo que María Montessori alentó a principios del XX. «Esta educación se centra en el niño. El niño Montessori es ilimitado en capacidad, porque se le deja ser y elegir a partir de ambientes preparados. Conecta con lo que él quiere y eso le hace crecer con mucha seguridad en sí mismo. No se le presiona, no se exige nada de él, aceptamos como es y con eso trabajamos», explica Andrea Castro, directora de Galicia Montessori, ludoteca que llevan en Bertamiráns cuatro humanistas con formación de guías Montessori.
La forma de aprender es diferente a la convencional -«y más profunda. Aquí se aprende a sumar para siempre»- y se organiza en cinco grandes áreas: vida práctica, área sensorial, área lenguaje, área matemática y área cultura. El niño elige lo que quiere hacer, movido por su propia curiosidad e interés. ¿No se les ponen límites? «El niño decide; si está revuelto le irá bien, por ejemplo, estar en un área como vida práctica, lavando los platos o cuidando a las cobayas, pero hay límites claros. Están en el respeto al otro y al material», dice Andrea guiándonos por aulas que son ambientes, con áreas lúdicas de trabajo «que deben estar preparadas para el niño, para moverse, para no depender del adulto para coger, por ejemplo, un libro. Si no, algo falla». En esta libertad con límites no hay caos. «Aquí conflictos muy pocos, y para solucionarlos se recurre a la empatía. Si un niño pega, la solución no es: ‘pide perdón’; hay que guiarle para que empatice y se ponga en el lugar del otro».
La tecnología debe esperar en Montessori a los 6 años. Hasta entonces «la mente es sensorial y no está preparada para gestionar los tiempos de espera». Los manuales se sustituyen por «material sensorial». «Cosas que ven, tocan, huelen, manipulan, sienten», explica Andrea en nuestra visita a este centro sin profesores, con guías que entienden que toda ayuda innecesaria es un obstáculo en el crecimiento.
En Galicia Montessori sorprende un silencio laborioso, de niños que hacen cosas que les interesan, la forma en que la guía habla, «muy bajito», a niños que amasan pan, leen o lavan los platos y descubren mundos en un pez. «Abriendo un pez al medio -apunta Andrea- se abren en Montessori varias líneas de investigación: unos niños descubrirán si es vertebrado o invertebrado, otros se ocuparán de cómo cocinarlo, otros se irán a los libros para saber sobre cocinas del mundo... ¡Eso y más abriendo un pez al medio!».
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