María Hermida / LA VOZ, 01/11/2016
RAMON LEIRO |
El sábado, una vez más, vecinos de la calle Rosalía de Castro dieron la voz de alarma al ver salir humo de debajo del puente del Gafos, de una especie de pequeño zulo de piedra que hay bajo el viaducto en el que desde hace mes y medio, como ya pasó en otra ocasión, duerme una persona. «El señor que vive ahí va a morir quemado cualquier día, eso es un peligro, sale humo constantemente», razonaba una residente. Bomberos, policías nacionales y locales acudieron al lugar. Le pidieron el DNI al hombre y poco más. Todo se quedó en falsa alarma. ¿Quién es ese ciudadano y cómo acabó viviendo en semejante lugar? Se llama José Manuel Lages y la historia que cuenta sobre sí mismo es ciertamente sorprendente. Recibe con cordialidad a quien se acerca a preguntarle y explica, nada más empezar a hablar, que es maestro cantero y que llegó a ganarse bien la vida. «Llegué a ganar 3.000 euros y más... Pero eso no significa nada. No era más feliz que ahora... Estaba en una jaula de oro», señala él con sonrisa.
José Manuel empieza contando por el principio. Es de Caldas. Dice que gozó de una buena infancia pese a que su madre tuvo que luchar como una jabata «porque la echaron de casa cuando yo nací, y eso en aquel entonces era terrible». Aún así, recuerda él con las lágrimas en los ojos, le dio «buena educación». Cuenta que incluso estuvo interno en un colegio. Cuando dejó de estudiar, siempre según su testimonio, empezó a trabajar en distintos lugares. Aprendió de viejos canteros y comenzó a ejercer esta profesión. Trabajó como restaurador y albañil en casi toda la geografía española (dice que le faltó Cataluña, que pudo ir a trabajar a la Sagrada Familia pero que prefirió quedarse en una obra en Pontevedra) y ganaba unos sueldos considerables.
Vivía entonces en Soutomaior, donde se casó. Vivió un divorcio y la crisis del ladrillo también se coló en su vida... No concreta demasiado cómo acabó un día en la calle, ni tampoco busca culpables, solo explica qué vino después: «Me vi con lo puesto y punto. Me fui a vivir a una caravana con un amigo y allí estuve un tiempo. Mi mente entonces estaba totalmente en blanco, pasé una larga depresión».
«Se quemó todo»
Luego, vivió durante un tiempo en unas instalaciones en el puerto de Arcade. Y finalmente recaló en Pontevedra. Al principio no dormía bajo el puente. Estaba en una especie de casetas de una constructora muy cerca de donde ahora vive, a orillas también del Gafos. Dice que tenía permiso para dormir ahí. Pero que un día que no dejó la puerta cerrada con la cadena que usaba y que, cuando llegó, «todo estaba ardiendo». Insiste en que «se quemó todo». Y que acabó metiéndose bajo el puente como solución más fácil por la cercanía. Vive en condiciones infrahumanas. Pero él insiste en que está bien. «Yo aquí no tengo problemas, no me meto con nadie ni hago daño a nadie. Me lavo en el río o voy a casa de un amigo a ducharme, como en el comedor social y para la cena sí que preparo algo aquí. Duermo caliente, y ya está, enfatiza.
Reconoce que recibió ya varias visitas de la policía y los bomberos y que también pasó por allí Servizos Sociais. Pero indica que su respuesta es siempre la misma: «Les digo que estoy bien, que si algún día consigo una ayuda, porque coticé durante 25 años, pues la cobro y me alquilo una habitación, sino nada». Dice que no entiende que los vecinos se preocupen por el humo, que solo sale de lo que cocina. Insiste en que no quema cobre, aunque reconoce que se gana la vida recogiendo chatarra, que selecciona bajo el puente, para luego venderla. Hoy cumple 60 años. Asegura que su salud es de roble.
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