Ana Lorenzo / LA VOZ, 06 de mayo de 2016.
Francisco regresó estos días a su banco de la plaza Pablo Iglesias. |
Todo el mundo lo conoce como Francisco, pero pocos saben su verdadero nombre. De origen rumano, era una joven promesa del fútbol hasta que una fatídica lesión se cruzó en su camino. Tuvo que dejar de dar patadas a una pelota para comenzar a recibir los peores balonazos de la vida, que finalmente lo llevaron a viajar a España en busca de una oportunidad que nunca llegó.
Refugiado en el alcohol, Francisco acabó pidiendo a las puertas del Gadis de la calle Antonio Noche del Castrillón, donde su amabilidad y buen trato le hicieron ganarse el cariño de todo el vecindario, que además de ayuda y comida, se ha preocupado de darle ropa para poder pasar las frías noches en su cama de madera del parque Pablo Iglesias.
Hace unos días Francisco faltó a su puesto de trabajo, una ausencia que pronto despertó todas las alarmas, y la noticia de su fallecimiento corrió como la pólvora por el Castrillón. La mayoría de los vecinos no daban crédito a lo sucedido, pero la vida que llevaba tampoco hacía presagiar un buen final.
La consternación por su pérdida fue tal entre sus conocidos, que incluso quisieron sacar un obituario en el periódico, el cura aprovechó la misa del domingo para pedir a los feligreses que rezasen una oración por su eterno descanso, y hubo quien propuso realizar una cuestación para pagar su entierro. Hasta un compañero de oficio aprovechó su marcha para sustituirlo a las puertas del supermercado de Antonio Noche, pero poco le duró: Francisco estaba vivo.
Un ataque al corazón hizo que lo tuviesen que llevar en ambulancia al hospital, donde se vio obligado a permanecer ingresado varios días, los mismos que sus conocidos pensaban que se había ido al otro barrio. Ya completamente recuperado, esta semana retomó su trabajo habitual, una reaparición que casi mata de un susto a algunas vecinas que lo daban por muerto. «No paraban de abrazarlo y de alegrarse de volver a verlo», explicaba una residente del Castrillón, que confesaba que «está como nuevo, mejor que antes».
«¿No me ves?, estoy vivo»
Francisco se siente muy agradecido por el cariño recibido, pero le ha superado todo el revuelo que se ha montado. «¿No me ves?, estoy vivo», respondía ayer tímidamente al preguntarle por la noticia de su supuesta muerte, mientras intentaba esconder su mirada y su rostro, surcado por tantas arrugas como puñaladas le ha dado la vida.
Sabe que no lo ha tenido fácil, pero ahora ha encontrado su sitio en el barrio del Castrillón, donde además de tener una ocupación y un lugar donde dormir bajo las estrellas, sabe que hay un vecindario que se preocupa por él.
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