Xose Carreira / la voz, 13 de mayo de 2016.
Ni debajo del colchón, ni en un calcetín, ni en un «pucheiro». Una familia de Friol decidió esconder parte de sus ahorros en la caseta del perro. Pero ni así consiguieron evitar que un presunto ladrón se los llevase. Sesenta mil euros fue la cantidad de la que se apropió un vecino, según el fiscal. Este fue juzgado ayer, acusado de hurto y también de extorsión porque, supuestamente, consiguió que un hijo menor de edad del matrimonio propietario del dinero le dijese, bajo amenazas, dónde tenían sus padres los ahorros. El acusado, si el juez da por buena la versión del fiscal, irá cinco años a la cárcel, que es lo que pide la acusación pública.
¿Cómo es posible que alguien decida guardar en la caseta del perro 60.000 euros? Esa pregunta la respondió el afectado. Resulta que tenía un plazo fijo en una entidad bancaria porque pensaba invertir en la compra de una finca para hacer una casa. Pero resulta que en plena crisis de las preferentes y otros productos financieros, tuvo un gran miedo de no volver a ver más sus ahorros. Por eso, cuando pudo, fue al banco, pidió el dinero y pensó en ponerlo a mejor recaudo que en manos de los banqueros.
El vecino de Friol y su esposa estudiaron varias posibilidades y, finalmente, se decantaron por el recinto de la perrera que tienen vallado con alambre y dispone de una caseta para que los animales se guarezcan. Creyeron que los ladrones jamás pensarían en este escondite y, además, que si se acercaban, los canes les darían unos buenos mordiscos. El plan parecía perfecto, pero falló.
Un día, los 60.000 euros no estaban. Desaparecieron. Y no se los habían comido los perros, porque para eso los metieron dentro de una lata bien cerrada. Dice el fiscal que el hijo del matrimonio, que cuando ocurrieron los hechos tenía 14 años, mantenía una peligrosa amistad con un vecino de 22 que, entre febrero y marzo de 2013, supuestamente amenazó al menor diciéndole que lo mataría si no le compraba diversos objetos. Incluso lo llegó a agarrar por el cuello, siempre según la versión del acusador público.
El menor «atemorizado y conocedor del carácter violento del vecino», dice el fiscal, accedió a comprar lo que el otro vendía: una escopeta de balines, una motocicleta. Por la primera pagó 480 euros (parece que su precio no pasaba de los setenta) y por la moto, 1.500.
De acuerdo con el fiscal, el acusado sabía que el menor conseguía dinero porque se lo sustraía a sus padres, de ahí que le ofreciese artículos que podrían interesar al comprador. Pero, la historia no se quedó en ese comercio.
En una ocasión, el joven obligó al menor, según el fiscal, a decirle dónde guardaban el dinero sus padres. Atemorizado, el muchacho «cantó». «Os cartos están na caseta do can», parece que le dijo a su presunto extorsionador. El mozo sabía que el dinero esta en ese lugar tan inusual porque había visto a su madre que iba a dar de comer a los perros y controlaba la lata.
A principios de abril de 2013 el acusado fue al recinto de los perros, buscó la lata y se llevó el dinero que los padres tenían para la construcción de una casa, según la acusación efectuada por el fiscal.
Con el presunto autor de la sustracción y de la extracción también fue juzgado otro joven que mantenía también algunos contactos con el hijo del matrimonio perjudicado. Dijo el fiscal que no constaba que este acusado hubiese participado en los hechos anteriores, pero supuestamente convenció al menor para que le entregara 300 euros. La víctima actuó por miedo ante las supuestas amenazas y por la diferencia de edad. Además le facilitó una tarjeta bancaria de sus padres con la que la otra persona fue a un banco de Friol y, al parecer, sacó 750 euros. También le imputa a este implicado la sustracción de 6.400 en otra vivienda.
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