Xosé María Palacios / LA VOZ, 02 de mayo de 2016.
Lo que hoy es normal ayer era un poco raro y anteayer resultaba más bien extraño. Pensemos, por ejemplo, en las mujeres al volante, que hoy son una presencia habitual en calles y en carreteras pero que hace alrededor de medio siglo llamaban la atención. Que se lo digan, por ejemplo, a Luisa Hermida Fernández, que a sus 75 años lleva más de 40 con el carné de conducir en vigor, y no es un permiso cualquiera sino que ella se examinó en su momento de automóvil, de camión y de autocar.
Para entender el caso de esta mujer -nacida en la parroquia de A Graña de Vilarente (Abadín) y afincada en Muimenta, a pocos kilómetros de su lugar de origen- hay que citar la situación familiar. Se casó con Antonio Darriba Proupín, impulsor de una conocida empresa de autocares en esa localidad chairega. Las circunstancias la obligaron a sacar el carné de conducir: se examinó para coche y para camión en Lugo, y para autocar en A Coruña. Igual que algunos futbolistas, que nada más fichar por un equipo y pasar el pertinente reconocimiento médico ya entran en las convocatorias del nuevo entrenador, ella se puso de inmediato a dar uso a su permiso de conducción.
En aquellos años había ya algunas líneas de transporte escolar, lo que la llevaba por parroquias de la comarca chairega. El recuerdo de esos tiempos es también una mención de marcas de vehículos que hoy son historia. Así, empezó conduciendo una furgoneta DKW, con la que cubría el transporte escolar en zonas como Arneiro (Cospeito) y Matodoso (Castro de Rei) y que luego dejó paso a una Peugeot.
Luego manejó un autocar Mercedes Benz, de 22 plazas, y después ya se puso a los mandos de un Pegaso. La simple enumeración de las marcas ya describe una cierta dificultad para conducir, teniendo en cuenta que los vehículos de entonces carecían del equipamiento de los de ahora. Luisa Hermida quita hierro a esa supuesta complejidad: «Era difícil como agora», dice. Sí reconoce, en cambio, que sus conocimientos de mecánica eran escasos: «Algo sabía, pero pouco», afirma.
Pero si las marcas de vehículos antes escritas, citadas por ella, indican su familiaridad con el mundo del motor, los recorridos que hacía, ampliados luego a otros colegios del término municipal de Castro de Rei, muestran también los cambios que se iban produciendo hace décadas en el medio rural, con escuelas unitarias que dejaban su sitio a los grupos escolares y que obligaban a los alumnos a recorrer varios kilómetros en autocar dos veces al día.
Lo que tuvo a su favor fue el comportamiento de los viajeros: asegura que los niños del transporte escolar se portaban bien y no le daban problemas; también la acompañaron la ausencia de accidentes y su actitud al sentarse al volante, ya que confiesa que nunca se puso nerviosa y que jamás se vio en situaciones que pusieran a prueba el temple de su carácter.
Así las cosas, le resta importancia a la veteranía recogida en su carné, que no ha dejado de renovar; pero también se muestra dispuesta a conducir de nuevo un autobús, pese a llevar más de un año sin hacerlo, si las circunstancias lo llegan a requerir: «Se se presenta a ocasión e teño que saír, vou igual». Admite que no se atrevería con uno de los autocares grandes de la empresa familiar, pero agrega que con uno de los pequeños no tendría inconveniente. Con los turismos, dice, aún prueba de vez en cuando. Si la ocasión se presentase, poco tendría que andar, pues los garajes están al lado de la vivienda familiar.
En su familia, desde luego, carnés de conducir no faltan, puesto que su hijo, José, continuó y amplió el negocio de transporte de viajeros del padre, y las nietas tampoco han tenido miedo a sacarse el correspondiente carné y conducir un autocar. Luisa Hermida cree que ha tenido una prudencia «normal» como conductora y nunca se ha visto en la mala experiencia de ser multada: «Teño que ter todos os puntos...», dice con una dosis de buen humor.
Confiesa que le gustaba conducir, e incluso reconoce que a los autocares Mercedes «dáballes ben». ¿Han heredado las nietas esa pericia al volante? Ella contesta con diplomacia: «Teno que dicir a xente», opina. Pero acaba mojándose y reconociendo que las dos se defienden «bastante ben».
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