María Cedrón / la voz, 22 de mayo de 2016.
En la película de Iciar Bollaín El Olivo, estrenada justo este mes, una joven trata de recuperar un árbol centenario que perteneció a su abuelo y que su padre y su tío entregaron a un vivero de la zona a cambio de un buen puñado de euros. Después de una larga investigación averigua que aquel árbol al que trepaba de niña adorna ahora la entrada de una empresa alemana vinculada al medio ambiente. Y de ese modo empieza una aventura para intentar devolverlo al olivar original porque cree que esa es la única manera de acabar con la pena que pesa sobre su abuelo desde que el árbol no está.
El filme retrata una práctica internacional no exenta de polémica y que, aunque el nuevo contexto económico la ha frenado a este lado del telón de grelos, también llega a Galicia: la compra de olivos centenarios o milenarios como plantas ornamentales.
Para algunos colectivos como la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente este gran negocio debe detenerse porque está acabando con una parte fundamental de la memoria natural de la humanidad. De hecho, ha lanzado una campaña a través de Change.org para detener el comercio. Alcornoques o palmeras también son víctimas de esta tendencia. Desde los viveros se defienden. Dicen que es una forma de mantener con vida ejemplares trasnochados que de otra manera acabarían como leña.
«Es un atentado contra el paisaje, ya que son los seres vivos más viejos que hay ahora sobre la faz de la tierra. El otro gran problema es que no conocemos a qué variedad de aceituna pertenecen. No solo se pierde un árbol cuando se quita del campo, también toda esa biodiversidad productiva. No hay duda de que el aceite de árboles milenarios es muy especial y su producción está ligada a un lugar concreto. Pero no debe olvidarse que al arrancarlos, el cepellón lleva un montón de especies que pueden suponer un problemamuy grave. Ocurre por ejemplo en Baleares, donde han llegado debido a esa práctica culebras que antes no había en la isla», explica César Javier Palacios, de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente.
En Galicia la compra de olivos para jardines o rotondas resulta una práctica que se multiplicó durante los años de bonanza. Pero que ahora está en horas bajas. «Fue una moda que pasó. Y es que un olivo centenario vale unos 4.000 euros. ¿Quién lo va a comprar ahora para el jardín?. ¡Ojalá volviera la moda!», explican fuentes de un vivero gallego. El precio depende del grosor del tronco, la forma, la edad... Hay alguno en Galicia que alcanza los 12.000 euros. Son más de 2.000 años de antigüedad.
Dubái o Estados Unidos
Pero esas son tarifas que pueden pagar clientes de países como Dubái, Estados Unidos... La cuestión es de dónde salen los árboles centenarios o milenarios que entran en el mercado ornamental. Cada ejemplar procede de países mediterráneos donde el cultivo del aceite se remonta a antes de la época romana. Además de España, Grecia, Italia, Portugal y el norte de Marruecos no quedan al margen de la práctica. Desde un vivero consultado ubicado en Palma de Mallorca y que anuncia árboles a través de Internet apuntan que la mayor parte son árboles trasnochados de terrenos de Andalucía. «Llevarlos a un jardín es prolongar su vida», dicen. Ellos ofrecen olivos de entre 1.000 y 3.000 euros que envían a cualquier punto de España, excepto a Canarias.
Pero ese argumento no convence a los que piden el fin de la práctica. «Al trasplantarlos muchos mueren o su esperanza de vida queda mermada», explican desde la Fundación. La legislación al respecto también es muy variada, lo que se observa en el grado de conservación de los olivares centenarios en diferentes comunidades. «En la zona del Maestrazgo, entre Castellón, Teruel y Tarragona, es donde más olivos centenarios hay en estos momentos -recuerda el biólogo experto en árboles-. Son plantaciones que pertenecen a tres comunidades donde se actúa de modos muy diferentes. La Comunidad Valenciana tiene una normativa única que, por defecto, protege a todos los árboles mayores de 350 años o de diámetro mayor a los seis metros. Cataluña tiene una protección, pero no tan global. Pero en Teruel no hay ninguna. En esa parte los arrancan y los llevan a todas partes. Debe recordarse que en Andalucía los han arrancado prácticamente todos».
Pero a su juicio deberían ser los gobiernos locales los que protegieran los árboles que se encuentran en su terreno. Además, añade que deberían dar ayudas para cuidarlos. Otra de las experiencias aplicadas en la zona de Castellón es ofrecer aceite de árboles milenarios. «Para olivos un litro de aceite de oliva normal el precio es de unos tres euros, el litro de aceite de olivos de estos pasa de los 100», explica.
Galicia tiene 179 ejemplares «senlleiros»
Más allá del comercio de olivos centenarios hay otra cuestión en Galicia que son los árboles senlleiros. En el último catálogo publicado por Medio Ambiente, que data del 2015, hay registrados un total de 179. Cualquier actuación que se realice sobre ellos ha de ser comunicada.
«No creo que haya comercio de ese tipo de árboles aquí. Otra cosa es que no estén catalogados como tal porque hacerlo puede suponer perder el árbol, porque no puedes actuar de forma libre sobre él. Hay que acatar la ley», dice una fuente de Arbogal. De ahí que algunos biólogos pidan ayudas para la conservación que estimulen la catalogación de los ejemplares.
Fuentes de Medio Ambiente explican que el proceso de catalogación lo podrá realizar la propia consellería de oficio o, solicitándolo el dueño, un centro o una institución privada. Cualquier actuación que pueda dañar al árbol catalogado como tal está totalmente prohibida. Además, la poda o los tratamientos que vayan a aplicarse para prolongar su vida deben ser notificados a la autoridad competente en conservación.
Un árbol protegido es aquel que se salvaguarda porque tiene unas características concretas como, por ejemplo, una edad avanzada, una altura o o un perímetro particular, o formas no habituales.
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