Susana Luaña / la voz, 17 de febrero de 2016.
ÁLVARO BALLESTEROS |
Manuel Viéitez estaba ayer en boca de todos. «¿Que buscades, a Manolo de Xaniño? Non vai estar na casa, Manolo anda moito por aí...», decía con retranca un vecino suyo de la aldea de Vilaverde. Y es que todos sabían ya la peripecia que vivió en la madrugada del domingo al lunes, aunque a nadie le sorprendió, porque las visitas de este sexagenario a los clubes de alterne que tiene al lado de casason habituales, y que salga de ellos algo perjudicado y despistado, también. Manolo de Xaniño no lo niega. «Xa me pasou máis veces, si, pero cólleme algún veciño e lévame a casa», admitía ayer en la puerta de su desvencijada vivienda.
No tiene reparo alguno en admitir que es visitante asiduo de dos casas de citas a pie de la N-550 que son para él una tentación. El domingo fue uno de esos días que se dejó caer, y estuvo en el club de alterne hasta la una de la madrugada bebiendo. «Aínda bebín ben -admite-, unhas cervexas e logo uns gin-tonic, veleno puro, eu creo que me deron garrafón, e por iso me despistei». Pero no fue un despiste cualquiera; en lugar de coger hacia su casa, en dirección al casco urbano de Ordes, siguió por la N-550 hacia A Coruña, hasta que un par de kilómetros después se cansó de andar y buscó cobijo arrimándose a una casa. «Había alí un pozo e arrimeime, pero caín dentro, e como non era capaz de saír, comecei a pedir axuda».
El dueño de la casa creyó que alguien iba a robarle y llamó a la Policía Local de Ordes. No tardaron en presentarse las dos agentes que estaban de guardia y que ayudaron al despistado vecino a salir del pozo en el que había quedado encajonado. Estaba ileso, así que la aventura acabó en un taxi que lo llevó de vuelta a casa, como acaban muchas otras noches de Manolo de Xaniño.
No tiene síntomas de arrepentimiento; de hecho, ayer dormía la siesta a pierna suelta. «Ás veces xúntome cos amigos e dinme de ir, e claro...». Y eso que admite que es una de las causas de que su patrimonio haya menguado en los últimos años y haya tenido que vender su casa y vivir en una especie de chabola que le dejó su tía.«Eu vou alí con 500 euros e saio sen nada; penso que co garrafón aproveitan para sacarme os cartos, porque xa me pasou máis veces que non fun capaz de volver a casa».
Pero hasta eso lo lleva con buen humor. «A vida son dous días e hai que vivila», como le dijo el domingo a las agentes que lo rescataron.
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