LA VOZ 07 de octubre de 2015.
Samuel Meixueiro caminaba todos los días cinco horas para llegar a su trabajo, en Mission, a 11 kilómetros de su casa, en Kansas. Salía de su casa y se echaba a la carreterra, consciente de que no había otra opción. O la caminata o quedarse sin empleo. En ocasiones incluso se quedaba dormido.
Solía parar de camino en algún parque para descansar. Reponer fuerzas para completar el recorrido. En una de sus pausas, alguien, preocupado por Meixueiro, llamó a la policía. Al cabo de un rato, recoge theladbible.com, un agente se personó en el lugar. Cuando el hombre le relató su situación, el oficial de policía se ofreció a acercarlo al trabajo. Pero la cosa no se quedó ahí.
Media hora más tarde, regresó. No volvió solo. Traía con él una bicicleta, su particular granito de arena para mejorar la situación por la que estaba atravesando Meixueiro. No pudo contener las lágrimas. «Lloré en ese momento. No podía creerlo. Lo estaba pasando realmente mal», reconoció el hombre.
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