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viernes, 29 de abril de 2016

Reciclarse tras huir de la guerra siria

Una planta de tratamiento de basuras ayuda a los refugiados sirios a sobrevivir y a integrarse en las comunidades de acogidaRosa Meneses / El Mundo, 29/04/2016
CARLOS GARCÍA POZO
El olor delata, antes de verlo, el enclave de un gigantesco vertedero de basuras. A los pies de las montañas de desechos yacen varios animales muertos, enormes, hinchados, en lo que parece un bodegón en blanco y negro. Al otro lado de la valla que delimita el basurero se alzan varios contenedores de mercancías reciclados y pintados de alegres colores. Es la planta de tratamiento de residuos que la cooperación internacional ha levantado en la localidad de Gazzeh, en el valle libanés de la Bekaa. Forma parte de un plan para ayudar a las comunidades locales a sobrellevar la acogida de los más de 1,2 millones de refugiados sirios que han huido del conflicto para instalarse en El Líbano.
En una cinta de selección de residuos trabaja Sabha Ramah, de 32 años. Llegó al Líbano huyendo de la guerra hace más de un año. Atrás, en Damasco, dejó un hogar destruido. Vino sin nada, tan sólo con sus tres hijos. "He agotado ya todos mis ahorros y por eso este trabajo me permite seguir sobreviviendo y que mis hijos puedan ir a la escuela", cuenta tras quitarse la mascarilla que le cubre la boca y la nariz.Sabha Ramah, refugiada siria de 32 años, envía a sus hijos a la escuela con lo que gana trabajando en la planta de basuras de Gazzeh (Líbano). 
Ramah admite que está contenta trabajando en la planta. A su lado, Abdulá Hasan Shaaban, no dice lo mismo. Lleva ya cinco años en estas tierras y sigue sin encontrar su lugar. "Huí de Raqqa, mi ciudad, en 2011, nada más empezar la guerra, con mi familia: mi mujer, mis cuatro niños y mi niña", explica este hombre de 36 años. La ciudad que dejó nada tiene que ver con la de ahora. Raqqa es hoy la capital en Siria del califato autodeclarado por el grupo yihadista Estado Islámico. Palidece de miedo cuando se menciona este dato. "Yo no sé nada de eso", dice asustado. En 2011 nadie hubiera imaginado el futuro de Raqqa.
Recuperar el parque
Los compañeros de Shaaban y Ramah se afanan en sus tareas. Entre todos, son 15 los trabajadores que laboran dentro de la planta mientras un segundo grupo se encarga de recuperar el parque municipal, principal punto de encuentro y de ocio para los refugiados. Sirios y libaneses colaboran juntos en este proyecto de Oxfam, financiado por la cooperación italiana y canadiense, que hasta ha ganado un premio de arquitectura.
La planta se sitúa a las afueras de la localidad de Gazzeh, insertada en una zona donde hay hasta cinco refugiados sirios por habitante. El oeste de la Bekaa es la zona del Líbano con mayor densidad de refugiados y sus difíciles condiciones de vida han empujado a un gran número de ellos hacia Europa. A los problemas logísticos para hacer llegar la ayuda humanitaria, facilitar saneamiento y dar cobijo a los refugiados se le unió el espinoso asunto de los detritos.
Refugiados sirios y libaneses trabajan juntos en esta planta de tratamiento
de residuos de Gazzeh (Líbano).CARLOS GARCÍA POZO
"La generación de una gran cantidad de basura que la localidad no podía tratar estaba incluso minando las relaciones entre ambas comunidades. Si hace cinco años, antes de la guerra en Siria, esta zona generaba dos toneladas de residuos, hoy el municipio tiene que hacer frente al tratamiento de 22 toneladas", explica Marcelo González, coordinador del programa humanitario de Oxfam Italia. "El olor a podrido era insoportable en este pueblo; este proyecto lo ha reducido con creces y esto ha tenido un impacto positivo en la comunidad local", añade.
El programa da trabajo tanto a refugiados como a libaneses en situación de extrema pobreza. "Para los refugiados, el proyecto es vital porque trabajar les ayuda también a recuperar su dignidad. No dañamos el mercado laboral libanés porque los trabajadores reciben dos meses de salario, de 20 dólares (casi 18 euros) al día, que les garantiza lo básico, y rotan", continúa González. Según las leyes libanesas, los refugiados tienen prohibido trabajar, pero la falta de recursos y de ayuda humanitaria les empuja hacia el mercado informal, donde les pagan entre cinco y seis euros por día.
La crisis de la basura
El coste de mantenimiento de la planta asciende a unos 9.000 dólares (unos 8.000 euros) mensuales, de los que el 90% está cubierto por Oxfam. La municipalidad de Gazzeh paga el 10% restante. Con las ventas de reciclado se genera un 2%, que sirve para cubrir parte de lo que ha costado levantarla, unos 600.000 euros. Los responsables del proyecto ya trabajan en su expansión, ya que la capacidad de la planta sigue sin ser suficiente para tratar todos los residuos que se generan. Las municipalidades del valle de la Bekaa, donde se concentra la mayoría de los refugiados que acoge el país, son incapaces de gestionar los desperdicios que generan tanto los locales como los refugiados.
Según las estadísticas, un libanés produce entre 800 gramos y un kilo de basura al día, frente a los 500 gramos que genera un refugiado. Pero en El Líbano, la recogida de basuras es deficitaria debido a la falta de infraestructuras, personal y camiones de recolección, y al bloqueo político en el que el país está inmerso. Además de tener que lidiar con la crisis de refugiados sirios -el 25% de la población en este país mediterráneo es refugiada-, el Líbano vive sus propias crisis.
Con un Parlamento en funciones y el puesto de la Presidencia de la república vacante desde mayo de 2014, las decisiones políticas se aplazan sine die. Para colmo, El Líbano vive desde el verano pasado la llamada crisis de la basura. El cierre de varios vertederos ha dejado a muchas ciudades, entre ellas Beirut, sin lugares en los que descargar los desechos y la basura se acumula en las calles, en las cunetas de las carreteras, en las orillas de los campos e incluso en los cauces de los ríos. El proyecto de reciclado de Gazzeh, nacido de las necesidades de acogida a los refugiados, puede servir para inspirar un nuevo modelo de gestión en el país de los cedros.

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