MANUEL MARTÍN |
Es la mayor infraestructura científica jamás construida por el hombre en la Tierra, un auténtico prodigio de la ingeniería en la que a menudo se recrean pequeños big-bangs para simular las condiciones del universo primordial y abrir así nuevas ventanas a la física de partículas. Es el Gran Colisionador de Hadrones, el LHC, conocido también, aunque exageradamente, como la máquina de Dios, una sofisticada instalación que ha gripado por una vulgar comadreja. El gigantesco túnel circular de 30 kilómetros en el que colisionan protones a una velocidad próxima a la de la luz quedó fuera de combate por el mordisco de un pequeño mamífero en un transformador eléctrico de 66 kilovoltios. El animal quedó carbonizado, pero el fallo que provocó obligó a paralizar el gigantesco acelerador justo cuando se estaba preparando para entrar en una nueva fase de su actividad.
El calendario de experimentos tendrá que aplazarse en un momento en el que la comunidad internacional de científicos empezaba a frotarse las manos ante el posible hallazgo de una nueva e inesperada partícula de la que se aportaron indicios en el anterior período de actividad del LHC y que se espera confirmar en la nueva fase de operaciones. El sistema podría restaurarse en «unos pocos días», según un portavoz del experimento, aunque algunas fuentes apuntan a que podría demorarse hasta dos semanas. «No hemos realizado un análisis pormenorizado de los restos, pero todo parece indicar que el accidente fue provocado por una comadreja», explicó Arnaud Marsollier, portavoz del CERN, el organismo que gestiona el LHC. El animal no llegó a entrar en el túnel, ya que la avería ocurrió en las instalaciones eléctricas del exterior.
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