I. Eiroá / LA VOZ, 26/08/2016
El Clara, un barco de bandera sueca, de 12 metros de eslora, era la razón de vivir de Ronny Persson, un marino jubilado de la zona de Gemla, en el sur de Suecia, que tenía en aquel viejo velero de 40 años de antigüedad su casa y prácticamente todo lo que poseía. El martes pasado, cansado de achicar y de luchar en solitario contra la vía de agua que cada vez se hacía más grande en su barco, llamó pidiendo auxilio.
Pocas horas después, el helicóptero de la Xunta Pesca 2, con base en Celeiro (Viveiro), lo rescataba a unas 109 millas al norte de esta localidad, en aguas que están bajo influencia del servicio de salvamento de Francia. La aeronave lo trasladó al puerto base, donde lo recogió una ambulancia para trasladarlo al Hospital da Costa, donde fue sometido a una minuciosa revisión médica. Dice que cuando se duchó y se miró en el espejo no se reconocía, había perdido 31 kilos. Alojado en la hospedería de la Casa del Mar de Burela relataba ayer su experiencia.
Lo primero, confirma que se encuentra bien de salud, aunque muy «confuso». A muchos les extrañó saber que una persona de 70 años de edad, que son los que tiene este navegante, se aventure al océano en solitario. Contesta que por su tierra es muy normal salir a navegar solo. En su caso, confiesa que tenía un buen barco y un buen equipo. No le gusta vivir en la ciudad, lo que le gusta es el mar. Su intención era dar la vuelta al mundo. Salió de Plymouth, en Inglaterra, el 4 de agosto con la intención de dirigirse a Canarias, luego seguir hacia el canal de Panamá y rodear el mundo. En su conversación nombra la Polinesia, las rutas de otros navegantes. Pero nada más empezar el viaje comenzaron los problemas. Según explica, el barco sufría una pequeña vía, que fue a más conforme pasaban los días. Las últimas semanas se las pasó achicando agua, sin comer y apenas sin dormir, pues la cama estaba húmeda. No pidió auxilio porque quería solucionar por sí mismo el problema. ¿Dónde tenía la vía de agua? Dice que no sabe exactamente. Podría haber empezado por la zona donde el tubo de escape del motor va sujeto al fondo del casco. Ahí estaba oxidado, o quizás por el eje de cola.
En Suecia viven su hermano y su madre anciana, cuenta. Fue el primero de ellos el que dio aviso de que habían perdido el contacto con él. El 11 de agosto, según precisaba Salvamento Marítimo, el MRCC de Falmouth (Reino Unido) solicitó colaboración para indagar en clubes náuticos y puertos deportivos noticias del velero.
Persson, ajeno a todo, seguía achicando agua. Aguantó todo lo que pudo hasta que en la mañana del día 23 pidió auxilio. Ya no tenía electricidad en los cuadros y la comunicación era tan deficiente que los servicios de auxilio ni siquiera consiguieron fijar en un primer momento su situación. Salvamento Marítimo movilizaba el Pesca 2, de la Xunta, la lancha Salvamar Alioth de Fomento, y la Saturno de la Cruz Roja de Burela, para rastrear la zona, sin éxito. Luego el Viking, un yate francés que estaba por la zona del velero siniestrado, según confirmó en su día Salvamento Marítimo, dio un nuevo aviso indicando las coordenadas y que estaba intentando ayudarle. El Pesca 2 se dirigió entonces al punto para el rescate. Con un sistema de doble eslinga, el rescatador bajó, se lanzó al agua y alcanzó a nado la zódiac situada detrás del yate francés desde donde izó al solitario navegante.«Cuando me rescató el helicóptero mi barco seguía a flote», insistía ayer Persson, tras conocer la noticia de que durante el vuelo de reconocimiento realizado el miércoles, un día después del rescate, por el avión Sasemar 102con base en Santiago, no se encontraron restos del Clara. La noticia lo deja perplejo: «Es como si a alguien se le quema su casa, tengo la vida, pero nada más, perdí el barco y mis sueños».
«Usted quiere consolarme con que la vida sigue, pero a mí ya no me queda juventud»
«Usted quiere consolarme con que la vida sigue, pero a mí ya no me queda juventud», manifestaba ayer el náufrago sueco. Su profesión de marino mercante en grandes buques la desarrolló en el mar y una vez jubilado continuó navegando. Admite que la vida es importante, pero no está de acuerdo en vivirla como a uno no le gusta. En su caso, quiere seguir en el mar, donde tenía su casa, que era su embarcación.
«No sé qué hacer ¡Si alguien encontrara mi barco! Cuando lo dejé estaba flotando», insistía Petersson. El Clara ya había pasado por varias manos en sus cuatro décadas de existencia. Su primer dueño, dijo, un marino alemán, había dado la vuelta al mundo con él. Ese era también su plan y se le había hecho añicos.
Durante la conversación, un punto de humor: «Todos los ahorros, todo lo que tenía estaba en ese barco. El único remedio es que compre lotería y me toque», señalaba.
¿El próximo destino?
En la sala de estar de la hospedería de la Casa del Mar de Burela y luego en el bar, compartiendo charla y café y un bocadillo, reiteraba que con el barco se le fue todo cuanto tenía y que ahora no posee dinero para comprarse un nuevo barco y la jubilación, dice, es pequeña.
En España, dice, le han tratado bien. Los que le rescataron y los que vinieron después. El personal de la Cruz Roja de Burela va y viene a la Casa del Mar, ayudando, incluso para hacer de intérpretes (se comunica en inglés). A ellos les manifestó, cuando se ofrecieron a llevarlo al servicio de asuntos sociales para que le prestase ayuda, que había conseguido hablar con la familia y que en un par de días abandonaría la localidad.
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