Marcos Gago / LA VOZ 27/08/2016
RAMON LEIRO |
Las excavaciones en el castro de A Lanzada, en Sanxenxo, comenzaron hace pocas semanas y los arqueólogos ya han recuperado unas 2.500 piezas -principalmente de cerámica y huesos de animales-, además de algunos objetos que llaman la atención por su singularidad y nueve estructuras de piedra correspondientes a cuatro momentos históricos distintos. Todo concentrado en una superficie del castro donde las excavaciones arqueológicas se sucedieron en varias ocasiones desde mediados del siglo XX.
Una de las cuestiones que tiene mayor potencial es el hallazgo de dos cuncheiros, es decir, dos montañas de residuos y basura de hace dos mil años o incluso más atrás, verdaderos basureros llenos de datos e información para los arqueólogos. Todavía no se han excavado, pero lo que apareció en la superficie es prometedor. Será una mina de información. «Hai de todo», señaló el director de la excavación, el arqueólogo Rafael Rodríguez, que indicó la aparición incluso de dos cacharros de cerámica enteros de época romana. Uno de los cuncheiros parece que acumula los restos de reses y otros animales, mientras que en el segundo se presupone que están los restos de pescado y mariscos. Ayer, por ejemplo, se podía ver con total nitidez la quijada de una vaca, emergiendo de la pila compacta de tierra que oculta los huesos.
Rodríguez explicó que ya se han encontrado huesos de vaca, cetáceos, cerdo y cordero. Este último animal llama la atención, según indicó el arqueólogo, porque no era una comida tan común como hoy en día.
Si gran parte de los secretos de la dieta de los primeros sanxenxinos podría desvelarse con la investigación de los cuncheiros, hay otros misterios que la excavación, lejos de aclarar, sume todavía más en un mar de hipótesis.
En un terreno de depósito de arena apareció, inesperadamente, el esqueleto bien conservado de un perro. «Parece un palleiro», comentó uno de los visitantes a la excavación. «Sen dúbida se é un esqueleto antigo ao que máis se parecería sería a un palleiro», respondió el arqueólogo.
La incertidumbre reside en que este entorno concreto ha sido alterado tantas veces, que podría ser «de hai 50 años ou de hai 2.000». La solución la dará un examen de carbono 14, a cargo de la Universidad de León. Si fuese un can de época romana, se convertiría en un descubrimiento excepcional: el esqueleto mejor conservado del noroeste ibérico y un filón para los zooarqueólogos que se pelearían por estudiar su ADN.
Sobre una mesa, Rodríguez explicó a los diputados Santos Héctor y Xosé Leal -la Diputación impulsa la investigación con un convenio con el Ministerio de Fomento-, algunas de las piezas más curiosas encontradas. Hay dos monedas de los siglos I y IV, una teja con la huella que un gato le dejó cuando aún estaba fresca hace dos mil años y objetos de ajuar femenino como un alfiler para el pelo.
Entre los cientos de pedazos de cerámica, hay 120 que se clasifican comoterra sigillata. Los historiadores llaman así a la vajilla de alta calidad romana, mucha de ella de importación de otras provincias del Imperio. Un volumen tan alto de terra sigillata apunta a la existencia de una villa romana, pero este complejo, que serviría de alojamiento a los colonizadores romanos, ha eludido por ahora a los investigadores.
Una estructura de gran tamaño en el yacimiento, cuya función todavía no está clara, podría estar vinculada a esta villa. Rodríguez no descarta que antes de que remate la campaña, a finales de noviembre, se topen con los primeros indicios del complejo.
Por ahora, A Lanzada ha revelado que es un castro anterior a la época del Imperio, que siguió poblada con los romanos, que también sirvió de factoría de salazón, una fortaleza en la Edad Media y suma y sigue hasta el día de hoy. «É o mellor libro da Historia de Galicia», concluye Rodríguez.
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