Cristina Viu / La Voz, 05 de julio de 2016.
A Luis Míguez (Montemaior-A Laracha, 1968) la crisis lo llevó al lujo. Sobrino de relojero rural, del que fue aprendiz con 14 años, la necesidad de mantener el oficio en su Ordes adoptivo hizo que se replanteara el negocio. Se abrió al mundo, pero solo al que puede pagar un reloj de más de 1.000 euros, porque por debajo de ese precio ya no compensa abonar una de sus reparaciones.
En el taller de Luis Míguez entran Rolex y Cartier todas las semanas, pero también Omega, Longines, Tissot y otras marcas que no están al alcance de cualquiera. Para atravesar la puerta blindada es necesario traer una pieza de gama alta, por supuesto mecánica, y, sobre todo, suiza.
El valor medio de los relojes que se entregan a las manos expertas de Luis Míguez, cuya labor está certificada por las grandes casas suizas, andan entre los 10.000 y los 20.000 euros, pero también los hay de 100.000, auténticas obras de arte.
Llegan desde toda España, de Francia, de Alemania o de Holanda. La deslocalización que siempre se asocia a la marcha de las empresas también puede suponer un beneficio para las zonas rurales gallegas: «A páxina web é a nosa principal ferramenta. O 99 % das tendas non teñen reloxeiro e mandan aquí. Coa crise caeron algúns, pero precisamente o feito de estar en Ordes é unha vantaxe. Os custes son máis baixos e a hora produtiva máis alta, porque saio da casa e en dez minutos estou traballando. Podo competir desde unha zona privilexiada».
Para atender mejor a sus exigentes clientes, Luis Míguez ha puesto en marcha un banco de sonidos de los relojes, porque cada máquina tiene el suyo propio. De momento tiene almacenados cincuenta, pero calcula que habrá más de medio millar.
La apuesta por el reloj mecánico, ese que el cuarzo y los móviles sacaron de la calle, ha sido un éxito, porque además de los coleccionistas, hay una moda vintage y nostálgica, surgida también de la crisis, que está llevando al taller de Luis Míguez a la novia que quiere arreglar el reloj de la abuela para su boda o al hijo que recupera el Longines que tenía su padre. La inversión para el arreglo, de entre 300 y 400 euros, vale la pena porque la pieza nunca pasará de moda. Un reloj de cuarzo tiene caducidad, por mucho que haya costado, pero uno mecánico, «ben mantido pode durar tres xeracións», explica Luis Míguez.
Seguros de transporte
Y no solo eso. La sensación hipnótica cuando se observa la maquinaria de un reloj mecánico, fabricado y restaurado de forma artesanal, se acrecienta por todo el ambiente que rodea este particular mundo, en el que los seguros de transporte se dividen en dos categorías, por encima o por debajo de los 18.000 euros.
«O reloxo fala do seu propietario», dice Luis Míguez. De hecho, de lo que habla es del empleo que tiene el dueño. Si trabaja en una oficina, la esfera suele estar siempre hacia arriba, si realiza mucho movimiento, todo es diferente. El relojero tiene que compensar la posición y hay cinco diferentes de ajuste.
Restauraciones de gran calidad y precisión, expuestas en la página web con todo lujo de detalles, hacen que a Ordes llegue, por ejemplo, un Audemars Piguet, de oro rosa, valorado en 20.000 euros cuando entró en el taller y que fue tasado en 30.000 cuando salió por la puerta. Probablemente la pieza irá destinada a un mercado de compraventa internacional que mueve mucho dinero, porque «o dono dun destes reloxos non ten só un, ao mellor ten medio cento deles», cuenta Luis Míguez.
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