E. V. Pita / la voz, 31 de mayo de 2015.
Algo se está cociendo en Silicon Valley, el valle californiano donde tienen su sede las grandes empresas de Internet como Google, Yahoo o Facebook. Una gran autopista entre San José y San Francisco recorre este valle, paralelo al Camino Real, una ruta levantada hace tres siglos por los españoles y a lo largo de la cual los misioneros franciscanos fundaron asentamientos para evangelizar a los nativos en la fe sobre la vida eterna. Palo Alto, donde está la Universidad de Stanford, o Altavista son topónimos que recuerdan el pasado misionero.
La idea de la vida eterna vuelve a rondar con fuerza en Silicon Valley. Ya hay un millonario ruso, Dimitri Itskov, que quiere escanear su cerebro para poner la copia en un robot o avatar suyo. Esa inmortalidad digital en forma de cyborg se alcanzará cuando se produzca la singularidad, el momento en que una máquina será más inteligente que el hombre. Varios libros sobre la evolución de la civilización y la tecnología abordan el novedoso concepto de singularidad. Es el caso de ¿Quién controla el futuro?, de Jaron Lanier, ¿Por qué manda Occidente... por ahora?, de Ian Morris o De animales a dioses, de Yuval Noah Hararil.
La singularidad hace referencia al momento en que se produce un salto brusco en la tecnología, por ejemplo, cuando se inventó la agricultura, las herramientas de hierro, la máquina de vapor o el telégrafo. Cada cambio transformó la sociedad: la agricultura permitió crear imperios como el egipcio, la industria generó grandes ciudades y el telégrafo hizo el mundo global.
La «singularidad» es la clave
En el siglo XXI, la singularidad sería el momento en que la inteligencia artificial supera a la humana. En Silicon Valley se ha hecho famoso también el concepto y allí muchos expertos lo sitúan enel momento en que la mente humana se pueda escanear y guardar en un disco duro, por lo que se alcanzaría la inmortalidad, al menos dentro de un programa de ordenador. Algunos críticos de Silicon Valley lo califican sarcásticamente como la nueva religión de los frikis porque creen que muchos programadores informáticos se han obsesionado con esta meta.
El primer autor en augurar la inmortalidad digital fue Kurzweill en su libro La era de las máquinas espirituales, publicada en 1999. «Antes de que acabe el próximo siglo, los seres humanos ya no serán los entes más inteligentes y más capaces del planeta, las máquinas superarán cualquier habilidad humana que se nos ocurra, podrán leer libros, entenderlos, crear conocimiento y ser conscientes», dice Kurzweill en su libro. Y añade: «Si una persona explora su cerebro con una resonancia magnética y baja su mente a un ordenador personal ¿es la persona que aparece en la máquina la misma consciencia que la persona explorada? ¿Puede decir alguien que se crio en Brooklyn, entró en un escáner y se despertó en la máquina?».
¿Una nueva especie?
En el último lustro, autores como Ian Morris, que estudiaron la evolución tecnológica en oriente y occidente, admiten que la singularidad es uno de los caminos a seguir en el futuro. La fecha sería el 2040. «Si se culmina la unión de humanos y máquinas inteligentes, entonces podremos vivir eternamente», dice. El único riesgo es que la inteligencia artificial reemplace al Homo sapienscomo nuestra especie hizo con el neandertal. «La singularidad será el fin de la biología y con ella de la pereza, el miedo y la avaricia como motores de la historia. La geografía o la diferencia entre occidente y oriente sería irrelevante para los robots», añade.
Otro autor, Noah Hararil, comenta por ejemplo que el desarrollo tecnológico permitirá crear en breve un cerebro artificial igual al humano, una copia perfecta pero digital, pero el problema es que nadie sabrá qué hacer con él. Por ejemplo, podría volverse loco, y si se apaga ¿es un asesinato? Otro dilema es que la ingeniería genética permite multiplicar la edad (hasta convertir al hombre en amortal, salvo accidente o crimen) e incluso crear superhombres (con supermemoria, amortales, sin conflictos psicológicos), con lo que se cumpliría el sueño racista de una raza superdotada que domina a seres inferiores. El autor prevé que una persona rica que pueda pagar un tratamiento de inmortalidad no va a dudar en hacerlo mientras que los pobres seguirán muriendo como hasta ahora. «Habrá una clara división entre dioses y animales», dice Hararil.
El más crítico es Lanier, el inventor de la realidad virtual. Sostiene que los ingenieros de Silicon Valley están obsesionados con esa idea de la inmortalidad informática y que ya casi se ha convertido en una religión. Augura que tarde o temprano va a haber dos clases de personas: las que puedan permitirse el lujo de pagar por almacenar sus vivencias en un programa de inteligencia artificial y, por tanto, reproducirlas después de que su cuerpo físico fallezca y los que tendrán que conformarse con morir como todo el mundo.
Vivir 200 años
Esta inmortalidad informática es en la que están volcando sus esfuerzos los genios de Silicon Valley. Es algo que se sabe desde hace al menos un lustro porque han salido varios libros que mencionan este avance humano, que coincidiría con la eliminación de todas las enfermedades y el alargamiento de la vida, quizás hasta los 200 años. Larnier ya anticipa un estancamiento económico al ser gobernado el mundo por una gerontocracia inmovilista.
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