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sábado, 3 de diciembre de 2016

El Pluto del Agra cumple 50 años

El perro mecánico de Francisco Añón llevó a lomos a tres generaciones, que recogieron 400 firmas para salvarlo
Alberto Mahía / LA VOZ, 03/12/2016
CÉSAR QUIAN
Cuando la ronda de Nelle era de tierra, no pasaban los coches y los niños podían jugar un partido de fútbol a lo ancho, Pluto ya estaba ahí. Y ahí sigue, funcionando como el primer día. En el Agra del Orzán, quien más y quien menos ha montado alguna vez en su vida a lomos de este perro mecánico, la última pieza de ese tipo que queda en la ciudad. Este can al que solo le falta hablar es más del barrio que pasear por la calle Barcelona.
Con él han jugado hasta tres generaciones. Tiene nada menos que medio siglo de vida y lleva 47 recibiendo a los clientes a las puertas de la zapatería Docampo, en la calle Francisco Añón. Tal es el cariño que le tienen en el Agra a esta máquina de los sesenta que cuando el dueño del establecimiento la retiró tras una reforma, los vecinos le aparecieron en el negocio con cerca de 400 firmas rogándole que volviese a ponerla. Alfonso Docampo por supuesto que los complació.
Veinte céntimos
Desde entonces, este comercial lo cuida como a un hijo. Ha tenido que aprender a arreglar su mecanismo porque han sido ya varias las veces que se ha metido en sus tripas para repararlo. Hoy tiene el mismo motor que mueve una secadora. Funciona igual de bien con 20 céntimos como al principio lo hacía con 5 pesetas y más adelante con 25. Cuenta su dueño que no hubo que cambiarle nada tras la mudanza de la peseta al euro porque la vieja moneda de 25 es del mismo tamaño que la de los 20 céntimos actuales.
La historia de Pluto arranca en Cuatro Caminos en 1966. Un empresario de máquinas recreativas de Santiago lo trajo a la ciudad y lo instaló en un negocio que había frente a la fuente. Aquel establecimiento cerró sus puertas y el propietario le ofreció la máquina a un comercial que en 1969 estaba abriendo una zapatería en la calle Francisco Añón. A cambio de tenerlo en la puerta de su negocio, se repartirían las ganancias. Y así fue durante unos años. Pluto daba dinero y el empresario viajaba cada dos o tres meses a la ciudad para coger su parte. Hasta que se cansó de tanto viaje y un día habló con el propietario de calzados Docampo quedarse con Pluto en propiedad a cambio de 2.000 pesetas (12 euros). Dicho y hecho. El perro mecánico pasó entonces a un nuevo hogar, al de la familia Docampo, que no lo ha dejado de mimarlo desde entonces.
Cuidados
Pluto no puede estar en mejores manos. Porque Alfonso Docampo es de esos comerciantes que abraza con una sonrisa. Amable a más no poder, lo limpia todos los día, lo pinta de vez en cuando y, si le sobreviene cualquier fallo, lo arregla. La última vez que hurgó en sus tripas fue para cambiarle el motor de una secadora, pues el viejo ya no podía más. Cuenta que en cierta ocasión se le dio por colorearlo y convertirlo en un perro dálmata, «pero había niños que al verlo lloraban, querían a Pluto, y entonces volví a dejarlo como estaba».
De Pluto tiene mil anécdotas. La más sentimental ocurrió hace 7 años. El dueño de la zapatería reformó el local de arriba a abajo y a la entrada instaló una rampa para minusválidos. La obra le quitó espacio y Pluto ocupaba en exceso. Así que lo retiró. Alfonso Docampo no era consciente de lo que provocó su decisión. Fue un duro golpe para los vecinos. Hombres y mujeres que hoy caminan hacia los sesenta y que cuando eran niños jugaban en el perro organizaron una recogida de firmas. Una churrasquería de la zona asumió el reto y acogió la sede para devolver a Pluto al barrio. Se pidieron firmas y en pocas semanas ya consiguieron 400. Con todas ellas se presentaron en la zapatería y Alfonso Docampo, emocionado, fue a casa a buscar al perro mecánico y lo puso de nuevo donde estuvo desde 1969. «Para que los nietos de los primeros que se subieron a lomos del perro puedan disfrutar como lo hicieron sus abuelos», dice un comercial que tiene un tesoro.

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