NOVO / La Voz, 30 diciembre 2016
Bethany Howell y su marido supieron que algo iba mal cuando empezaron a recibir en sus correos electrónicos confirmaciones de pedidos de Amazon que ellos no habían realizado. Hasta 13 compras seguidas por un valor total de 250 dólares (236 euros) se cargaron en su cuenta común del gigante del comercio electrónico. Su primer pensamiento fue razonable: alguien les había hackeado sus dispositivos, su tarjeta de crédito, sus perfiles online. Pero algo no encajaba. Todos los productos cargados a su nombre eran juguetes, más concretamente, accesorios relacionados con el universo Pokémon. El enemigo estaba en casa.
Cuenta la historia Wall Street Journal. La responsable del desfalco había sido su propia hija, Ashlynd, una pequeña de seis años que aprovechando la apacible y profunda siesta de su madre utilizó su dedo para burlar la protección biométrica de su iPhone. La huella dactilar le dio barra libre en ese infinito bazar que es Amazon, en el que los procesos de compra, con el objetivo de hacer sencilla y cómoda la experiencia, se reducen literalmente a dos clics. Y así, de juguete en juguete, la pequeña se pasó media tarde gastando los ahorros de sus padres. Lo hizo además conscientemente: «Estaba de compras mamá, y no te preocupes porque llegará todo a casa», intentó tranquilizar a sus alarmados progenitores.
De los 13 productos que se agenció Ashlynd, el matrimonio Howell solo ha devuelto cuatro. Los otro nueve se convirtieron en el regalo navideño adelantado de su espabilada hija.
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