Pablo Portabales 25 de septiembre de 2015.
MARCOS MÍGUEZ |
Buscó en las papeleras. Abrió contenedores. Se agachó para ver si estaba debajo de un camioneta de venta de helados. Hasta se fijó en el agua por si había caído al mar. Pero nada. «Antes de aguantalo neno chorando, se o chego o ver tírome o mar», comenta Gonzalo Lago Matos. El miércoles por la tarde aparcó el coche al lado del Oceanográfico. Con su mujer y su hijo Dani fueron caminando hasta la Marina. De repente el pequeño echó en falta su peluche, el pato Paquito, que siempre le acompaña desde que era un bebé. «Estiven, non sei, catro horas dun lado para outro. Ata lle preguntei á xente», asegura el padre.
Lo intentó todo para consolar al chaval. Como salía un trasatlántico en ese momento le dijo que Paquito se iba de viaje unos días y que volvería. La respuesta del chaval no se hizo esperar, llorar más. Se fue a un chino para ver si encontraba un pato similar, pero Dani alertó entre sollozos que quería el suyo «que está sucio», añadió. Lograron detener las lágrimas un instante cuando le compraron un dinosaurio. «Foi pagalo e púxose chorar de novo seguido», se lamenta el padre. Por la noche la madre metió en la cama de Dani todos los peluches que encontró en casa pero... Faltaba Paquito. Ante semejante desconsuelo el padre dedicó la jornada de ayer a seguir el rastro del peluche, pero por el momento no hay noticias de su paradero.
Desesperado, empezó a pegar carteles por la zona donde se extravió, con la esperanza de que alguien lo haya visto y llame al 663 904 646. Mientras tanto Dani sigue llorando.
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