Marta Gómez / La Voz, 28 de febrero de 2015.
También tuvo su papel en la promoción de la cultura. El académico rianxeiro Xosé Luís Axeitos contó en una ocasión que su primera aproximación a los versos de Manuel Antonio fue a través de un joven que trabajaba en un banco al que le encargaron hacer copias del único ejemplar de De catro a catro que había por entonces en la villa. Ese chaval era Romero. Genio y figura.
En la villa de Rianxo hay una costumbre muy arraigada: «facer a volta»por los bares en pandilla. Y cuando llega la hora de despedirse de los amigos y volver a casa, siempre hay alguien dispuesto a pagar «a arrancadeira». Eso es lo que hizo el jueves José Manuel Romero, Romero a secas para los rianxeiros, de la familia de Os Louseiros: invitar a la última ronda, aunque esta se celebrase en el tanatorio y en su propio velatorio.
Pues sí, aunque vivía en Ferrol desde hace años, Romero, siempre que podía, regresaba al Rianxo de su corazón y se iba de vinos con sus amigos. Tenía esa costumbre y quiso mantenerla hasta el final. Así que, cuando su enfermedad se agravó e intuyó que quizá no saldría de esa, le dijo a su mujer y a su hija que le gustaría que en su velatorio se sirvieran para sus vecinos unos vinos y algo de picar. Quería invitar a la última ronda y lo hizo.
Como las instrucciones sobre cómo se desarrollaría el velorio solo las conocía la familia más directa, el que más y el que menos se quedó boquiabierto cuando al llegar al tanatorio se encontró la sala en la que se encontraba Romero vacía. Por suerte, la pantalla que informa de quién ocupa cada una de las tres salas del edificio funerario rianxeiro daba una explicación: todo el mundo estaba en la cafetería.
Vino de Barrantes
La sorpresa de la mayoría se tornó en estupefacción al ver el festín que se estaban dando amigos, familiares y vecinos a cuenta de Romero. Hubo vino, sobre todo de Barrantes, que era el que más le gustaba al anfitrión, algo para picar, refrescos y agua: «Hai que poñer de todo, que non todo o mundo bebe», le dijo a su hija, que le aseguró que se encargaría de cumplir su deseo: «Quixo ter ese detalle coa xente, xa que el non ía estar...», contaba ella ayer, emocionada y satisfecha por haber cumplido el cometido que le encomendó su padre.
En vista del peculiar velatorio, eso de genio y figura hasta la sepultura bien podría aplicarse a este rianxeiro, que vivió con alegría y quiso despedirse, en cierto modo, de la misma manera. Era, además, una de esas personas a las que todo el mundo conoce pese a llevar muchos años viviendo fuera. Además de presumir de su tierra en las redes sociales y ante quien quisiera escucharle, alternaba con sus vecinos y no perdonaba una Guadalupe. Como buen rianxeiro, era un gran devoto de la virgen Moreniña, y desde hace años colaboraba en el libro que se edita todos los veranos con la programación de las celebraciones. «Era moito de contar contos de Rianxo, da xente de antes», relata su hija, y eso lo trasladaba cada mes de septiembre a las páginas de la publicación de las fiestas.
El último escrito
De hecho, estaba trabajando en un nuevo escrito para el libro de este año, pero su familia no sabe a ciencia cierta si tuvo tiempo de terminarlo. En cualquier caso, la Asociación A Moreniña, encargada de los festejos, echará de menos sus textos sobre Rianxo y sus gentes:«Eran moi divertidos», contaban ayer desde la comisión.
También tuvo su papel en la promoción de la cultura. El académico rianxeiro Xosé Luís Axeitos contó en una ocasión que su primera aproximación a los versos de Manuel Antonio fue a través de un joven que trabajaba en un banco al que le encargaron hacer copias del único ejemplar de De catro a catro que había por entonces en la villa. Ese chaval era Romero. Genio y figura.
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