Brais Capelán / La Voz, 18 de febrero de 2015.
Hace casi ocho años que la historia de un cerdo comprado en la feria de Senande-Muxía debía haber terminado en los platos de lacón que se degustan estos días (y sobre todo aquellos) en toda Galicia. Sin embargo, como si de una película se tratase, el destino y un salvador in extremis quiso que Quinín continúe con vida y disfrute su particular retiro en una finca de Carral, cual astado indultado.
Debido a su aparente poco apetito, su primer dueño Antonio Caramés pensó que el marrano estaba enfermo. Junto a su perra Tila, los tres comenzaron a dar paseos por Dumbría, haciendo ganar fama a Quinín. La simpatía que levantaba entre los vecinos le permitió ir sorteando su particular corredor de la muerte y poder gozar de una vida propia de una mascota familiar.
Fueron un grupo de amigos de Carral los que decidieron comprar el cerdo a Antonio y permitirle esquivar definitivamente el matadero. Entre ellos está el mismísimo alcalde José Luis Fernández Mouriño, que ejerce las labores de coordinador de los cuidados de Quinín. Él mismo se refiere al marrano como «el que mejor vive de Carral», haciendo referencia a la enorme finca en la que habita y a los cuidados diarios que recibe.
Casi 7 ferrados conforman el hogar del marrano desde que partió de la Costa da Morte. Unos 3.100 metros cuadrados donde él mismo ha ido acomodando el entorno y creando sus espacios de recreo.
Una vez al día, un cuidador (han ido cambiando en estos años) se encarga de cebar al animal con unos veinte kilos de restos orgánicos. Esta alimentación se ha notado con el paso de los años, pues desde el entorno aseguran que debe pesar casi 400 kilos. Los vecinos también se suman a la tarea de alimentarlo, y arrojan en la parcela sus restos de comida para disfrute de Quinín (aunque a Pedro Castro, que lo cuidó hasta hace año y medio, no le gustaba que lo sobrealimentasen).
El emblemático cerdo ya ha dejado atrás sus paseos por la villa y ya no trata de escapar y explorar el lugar. Se ha vuelto más posesivo, defendiendo su territorio de los extraños, a los que advierte de su presencia con unos característicos gruñidos. Sigue echando sus carreras dentro de la parcela, pero los años pasan hasta para un marrano experto en esquivar a la muerte.
No tiene nada que envidiar a otros célebres porcinos que dieron el salto a la gran pantalla. Una vida poco común para los de su especie, motivada por su carácter más próximo al de un perro que a un gorrino. Se ha ganado el cariño tanto en Dumbría como en Carral y eso es lo que le permite seguir corriendo y revolcándose por el fango de su enorme hogar carralés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario