S. G. Rial / La Voz, 27 de marzo de 2015.
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| TERESA BÚA: Imagen de un ocaso en Cabo Touriñán, en Muxía. |
Es un trono honorífico, fugaz, veloz, pero en alguna parte tiene que estar, y ese es el último palmo de tierra de la España peninsular, en el extremo del Cabo Touriñán. Durante un mes, desde el pasado martes y hasta el 24 de abril, el último rayo de sol que toca tierra en la Europa continental lo hace en este punto. Ni en el Cabo da Roca, que es el accidente más al oeste, ni en los salientes noruegos: en la Costa da Morte, con unas décimas de retraso sobre la Nave fisterrana, por las coordenadas geográficas. Es un fenómeno ya conocido, descubierto hace años por el físico Jorge Mira, y que rompía con la aparente lógica sobre algo en lo que apenas se reparaba: ¿Cómo iba a ser la puesta de sol en la franja de Fisterra y Muxía más tardía que en la nariz portuguesa?
Hay muchos kilómetros y muchos grados de diferencia. Eso es así sobre un mapa de dos dimensiones, pero el eje de rotación de la Tierra cambia con respecto al sol, se inclina, y desde el equinoccio de la primavera el hemisferio norte se ilumina más que el sur. La línea de sombra, la de día /noche, se tumba hacia Rusia. Y va cediendo tronos. A veces, con varios reyes. Cuando Touriñán se lo dé a Aglapsvik, en Noruega, cerca de Tromso, ambos puntos estarán en línea, y con ellos, Cabo Blanco, en Mauritania. Una cámara en esos tres puntos permitiría ver ocultarse la luz al mismo tiempo, cuando el sol se irá de Europa y África. Y tocando la Costa da Morte. Hoy, por cierto, y si no llueve (para poder verlo), el ocaso es a las 19.55 horas.
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