Todo fue por una apuesta. Tres amigos caminaban sobre las 4 de la madrugada del pasado sábado por el barrio coruñés de Cuatro Caminos cuando vieron que un repartidor de bollería dejaba su furgoneta abierta frente a un bar. Comprobaron que el hombre había dejado las llaves puestas y que entraba en el establecimiento para tomar un café. Entonces, uno de ellos lanzó el reto: «A que no sois capaces de robar el furgón». Se habló de dinero y uno de ellos aceptó la apuesta. Se hizo con los mandos del vehículo, lo condujo por varias calles de la ciudad con la policía buscándolo y terminó el recorrido en las inmediaciones de un bar de la calle Orillamar. Allí lo estacionó en doble fila, abrió de par en par las puertas del furgón y le ofreció todo el género a los clientes que en ese momento abandonaban el local. Les dio de desayunar a todos y hasta les preguntaba qué les gustaba más, si los cruasanes, las palmeras o las napolitanas. Una vez que todos quedaron servidos, tiró una bandeja con bollería al suelo y cogió de nuevo la furgoneta. Pero a los pocos metros la aparcó y regresó a pie al establecimiento. El problema es que allí ya estaba la policía y dos de los presentes lo señalaron. Fue detenido por ello y ayer por la mañana pasó a disposición judicial. Defendido por el despacho penalista de Ramón Sierra, se acogió a su derecho a no declarar. Pese a ello, el juez lo dejó en libertad con cargos por los delitos de robo de uso de vehículo y atentado a la autoridad.
Según los agentes de la Policía Nacional que redactaron el atestado, el repartidor llegó a abrir la puerta del copiloto de la furgoneta cuando vio que alguien se ponía al volante. Pero aceleró y lo perdió de vista. Llamó a la policía y en ese momento se montó un dispositivo para localizar el furgón robado.
Lo vieron pasar por La Marina y el vehículo policial le hizo luces. El conductor no hizo ni caso, según los agentes, pues aceleró y llegó a meterse tres veces por dirección prohibida hasta perderse por las calles. Cuando lo volvieron a ver ya iba a pie camino del establecimiento donde había repartido la bollería.
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