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miércoles, 29 de abril de 2015

La sencilla historia del bosnio Nebojsa y la japonesa Fumiko

Llevan diez años juntos, viven entre el Algarve y las Médulas y esta semana hicieron de músicos callejeros en Monforte
Carlos Cortés / la voz, 29 de abril de 2015.
Él es bosnio y ella japonesa. Se conocieron en Portugal y estos días están en Monforte, tocando en la calle a cambio de lo que los transeúntes quieran darles. Se llaman Nebojsa Petric y Fumiko Motowashi y en realidad tampoco son exactamente músicos callejeros. La explicación necesita algo de espacio, pero es más sencilla de lo que parece.
Nebojsa y Fumiko llevan algo más de diez años juntos. En cuanto se vieron, se interesaron mutuamente. «Fue con la primera mirada», asegura él. Por aquel entonces, ella viajaba con frecuencia desde Japón a España, Portugal, Alemania o Suiza para impartir talleres divulgativos a europeos interesados en la cultura japonesa. «Ya sabes -cuenta-, la música, los bailes, la ceremonia del té...». Y en una de esas coincidió con Neboj?a, un músico nacido en Sarajevo que había empezado a viajar fuera de su país cuando todavía existía Yugoslavia. «Volví, empezó la guerra y entonces me marché... no me gusta matar personas, mi arma es esta», dice al mismo tiempo que señala con el dedo su guitarra, en la que lleva una pegatina que dice en inglés «amaos los unos a los otros».
Nebojsa se explica en un castellano mezclado con el portugués que habla en Lagos, la localidad del extremo sur del Algarve en la que Fumiko y él pasan la mayor parte del año. «Lagos es la última estación del tren, el fin del mundo», explica él con una sonrisa de oreja a oreja. En Lagos imparten cursos sobre plantas medicinales, alimentación natural, yoga... Y ella pinta, vende sus cuadros y enseña las propiedades relajantes de la práctica de la caligrafía japonesa.
Cuando les apetece, se suben a su furgoneta y viajan. Muchas veces a Ponferrada, donde tienen un amigo que les deja utilizar «una casita» en un paraje cercano a las Médulas. Allí volvieron ayer, después de pasar cuatro días tocando en la calle en Monforte con su perro. Ya habían estado aquí hace un año, y habían hecho algún amigo al que estos días han aprovechado para volver a ver.
De volver, nada
Ninguno de los dos tienen pensado volver definitivamente a sus respectivos países. Fumiko va de vez en cuando a Japón, pero con poca frecuencia, porque el viaje es muy caro. Se conforma con eso y con mantener contacto telefónico con su familia y amigos. En cambio, no hay prácticamente nada que ligue a Neboj?a con Bosnia. Ni familia, ni casa. Él evita entrar en detalles, pero confiesa que todo aquello lo perdió durante la guerra.
Los dos parecen contentos con la vida que llevan. Desde luego, no parece sobrarles el dinero, pero tampoco parecen tener ganas de que les sobre nada. «Yo no necesito mucho -asegura él-, algo de ropa, poder cantar para la gente, tener alegría...».
Y así en Monforte, en Lagos o en Ponferrada. El sitio no importa, porque, como dice Fumiko, en realidad su hogar es «este planeta». Así de sencillo.

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