María Santamariña / LA VOZ 30/4/2011
Mercedes Raña no da crédito. El 12 de abril, cuando volvía de la comisaría de recoger la cartera que había perdido, se encontró con una escena de película. Regresaba a su casa por la calle de la Torre, cuando giró por Atocha Alta y tuvo que echar el freno de mano. Delante, un taxi estaba parado y, desde su interior, una señora tiraba billetes por la ventanilla. Seis personas se afanaban en recoger el dinero que llovía del vehículo y no precisamente para quedárselo. La desconocida, que iba en el asiento trasero del taxi, se empeñaba en regalar su dinero, mientras la gente, desde el exterior, no hacía más que apresurarse para cogerlo y devolvérselo antes de que el chófer arrancara.
«Si fueron cinco o cuatro millones, yo no lo sé», comenta Mercedes. Ella de lo único que está segura es de que, después de girar por la calle de la Torre, se encontró con ese panorama. Paró el coche, puso las intermitentes y se bajó a ayudar. «Había billetes de 100, de 50...», dice, y reconoce que, al principio, creía que se trataba de una cámara oculta, pero al final no apareció nadie para confirmarle la sospecha.
Desde el ultramarinos de la calle de la Torre que queda justo enfrente de Atocha, José Luis Rodríguez confirma el testimonio de Mercedes. Él estaba detrás del mostrador, hablando con un chico, cuando vio que «un coche dobló la esquina, paró y se bajó una señora para recoger billetes». El chico que estaba con José Luis salió de la tienda para ayudar. «Habría como seis personas», recuerda el tendero, y añade que la escena no duró mucho: «Dos minutos».
Los billetes eran verdaderos. José Luis lo sabe porque el chico con el que estaba hablando se preocupó por comprobarlo. «Los miró a contraluz», recuerda, pero aun así ni él ni los demás se quedaron con nada. Mercedes cuenta que ella estaba tan contenta de haber recuperado su cartera, con toda la documentación y el dinero dentro, que no pensaba en otra cosa que devolver los billetes, como una buena persona había hecho antes con su cartera. Al final, lograron meter todo el dinero en el taxi y, tras cerrarle las ventanillas, lo vieron partir.
Crisis nerviosa
Tanto Mercedes como José Luis coinciden al describir a la generosa dama del taxi. El tendero afirma que «iba de los nervios» y Mercedes cuenta que no paraba de llorar e insistía en que ya no quería ese dinero. «La señora tendría 50 años e iba bien vestida», explica Mercedes, y recuerda que el taxista estaba pálido como una sábana. Ninguno de los dos sabe cómo acaba la historia. Sospechan que el taxista la llevaría a la policía, pero en la comisaría del 092 no tienen noticias de una señora que regalase dinero a la desesperada.
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