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lunes, 23 de diciembre de 2013

La enseñanza en la sobremesa

VIÉNDOLAS PASAR - VdG / José A. Ponte Far    21-12-2013
De unos años para aquí, alrededor de las Navidades, acudo a la cena de homenaje a compañeros que se jubilan. En nuestro instituto (ahora, IES), entramos a finales de los 70 muchos profesores más o menos de la misma edad, y ahora nos vamos casi en tropel. El calendario no hace excepciones. La semana pasada despedimos a dos compañeros, y allí nos encontramos nuevamente los que ya nos hemos ido con los que siguen remando en el complicado barco de la Enseñanza Secundaria. Complicado, por la propia naturaleza de la tarea, pero, sobre todo, por la mala y errática política con que se lleva en España un tema tan importante  como es la enseñanza académica de nuestros adolescentes.
En este caso, despedíamos a dos compañeros que podrían muy bien representar a la mayoría de profesores y profesoras de la Enseñanza Pública en cuanto a entrega, dedicación y eficacia. Alejandro Rey enseñó matemáticas a todos losque querían aprenderlas e, incluso, a los que no. Su empeño pudo con todos. Con verdadera vocación de funcionario público, fue director del instituto en dos épocas diferentes y ejerció el cargo con buen criterio y eficacia. Puso voluntad e inteligencia al servicio de una comunidad escolar masificada y con dificultades de tipo muy variado. No fue de las menores la implantación de la ESO en un centro tradicionalmente dedicado al bachillerato. Y supo hacerlo sin traumas, con el DOGA siempre debajo del brazo, pero interpretando con sentido común decretos y artículos que, muchas veces, carecían de él. Dedicó horas y horas al centro con tareas impagables, como la informatización de la magnífica biblioteca, de la que presumimos todos.
Paco Gallego, el otro homenajeado, responde a otro estilo, pero al mismo espíritu. Profesor de Química, empleó horas de su tiempo libre a la organización del laboratorio del centro, a la edición de una revista escolar de medio ambiente, a colaborar activamente con el proyecto Comenius, al tratamiento de residuos y a muchas actividades más que, no sólo no le pagaban, sino que, quienes nos administran, ni siquiera le reconocieron.
En los discursos de sobremesa sucedió lo que viene ocurriendo desde hace unos años: nunca falta la reflexión crítica sobre la dirección que lleva la Enseñanza, sobre sus problemas, sus deficiencias y la mala gestión que se evidencia aprobando leyes con más intereses políticos que académicos. Cada año observamos cómo se cuela siempre la preocupación por un asunto tan importante para el presente y futuro del país. Un tema al que muchos profesores hemos dedicado años de trabajo y entusiasmo.
Y acaba uno acordándose de aquello del Poema de mío Cid: «Dios, ¡qué buen(os) vasallo(s) si tuviese(n) buen señor»!

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