Enrique Clemente 2/4/2011
Nicholas Carr lleva dos décadas escribiendo sobre nuevas tecnologías para los principales medios internacionales, The New York Times, The Wall Street Journal, Financial Times o Die Ziet, entre otros muchos. En su célebre artículo¿Google nos vuelve estúpidos?, publicado en The Atlantic en el 2008, condensó uno de los debates más importantes de nuestro tiempo: ¿mientras disfrutamos de las bondades de la Red estamos sacrificando nuestra capacidad para leer y pensar con profundidad? En su últimos libro, Superficiales, desarrolla ese argumento y sostiene una tesis polémica: Internet está cambiando nuestro cerebro y la forma en que pensamos, dificulta nuestra capacidad de atención con sus continuas distracciones e interrupciones, que impiden concentrarse y profundizar. Hasta tal punto que al ser humano cada vez le cuesta más leer un libro y asimilar textos largos, acostumbrado a la inmediatez de la Red. Efectos que él mismo sintió, al percatarse de que su capacidad de concentración se había reducido, y que le llevaron a escribir este libro. Se dio cuenta de que «era más importante lo que estaba perdiendo que lo que ganaba». Por eso, se rebela contra el triunfalismo reinante y revela el lado negativo de la Red, basándose en estudios científicos y recuperando las enseñanzas de Marshall McLuhan y su célebre máxima, «el medio es el mensaje».
-¿Qué está haciendo Internet en nuestras mentes?
Internet fomenta el rastreo, nos hace ser muy buenos haciendo multitareas, pero perjudica nuestra capacidad para mantener la atención, nos hace menos contemplativos y reflexivos y por ello erosiona nuestra capacidad de pensar de forma autónoma y profunda. Tiene muchas cosas buenas, es muy eficaz para acceder de forma inmediata a la información y nos permite contactar con nuestros amigos. Las nuevas tecnologías con útiles y divertidas. Por eso las usamos. Pero tienen un precio, el debilitamiento del pensamiento más profundo, conceptual, crítico y creativo, que necesita reflexión y aislamiento y no la distracción permanente que supone conectarse. La capacidad para centrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual y en muchas formas de creatividad.
Los cambios en nuestros hábitos mentales producen cambios físicos en el cerebro. Este se adapta mediante cambios químicos y celulares que persisten cuando apagas el ordenador. Internet establece nuevas conexiones en el cerebro que antes no utilizábamos, pero también debilita otras que abandonamos. Se ha descubierto que incluso cuando no estamos conectados nos cuesta mucho concentrarnos en una idea en particular. Aunque creamos que estamos mentalmente relajados, en nuestro cerebro sigue actuando esa nueva tecnología.
-¿En qué se basa para hacer estas afirmaciones?
La inspiración original vino de mi propia experiencia personal. Descubrí que no era capaz de concentrarme para leer libros, me suponía un gran esfuerzo. Pero también me he basado en muchos estudios científicos.
-Se dio de baja en Twitter y Facebook, aunque sigue siendo un gran usuario de Internet.
Yo me beneficio de Internet porque lo utilizo mucho y me ha venido muy bien para mi trabajo, para realizar búsquedas y obtener información, pero he tenido que reducir el uso que daba a la tecnología porque las redes sociales como Twitter o Facebook, que son muy interesantes, me distraían muchísimo e interrumpían cualquier otra cosa que estuviese haciendo. Eso me supuso un grave problema porque no me dejaban tiempo para pensar por mí mismo.
-¿Sería usted capaz de leer hoy «Guerra y paz»?
Me sería más difícil que hace años, pero si lo intento todavía podría hacerlo.
-¿Lee ese tipo de libros?
Muchos menos de los que solía leer, supone un esfuerzo para mí. Cuando intento leer un artículo muy largo mi mente no se centra y quiere pasar páginas y comportarse como en Internet.
-¿Internet nos hace menos libres o incluso esclavos?
No creo que haya que ir tan lejos, pero pienso que la gente tiende a ser compulsiva en el uso de la Red, necesita estar conectada. Está demostrado que cada vez que recibimos un mensaje o una información nuestro cerebro libera dopamina, un componente químico que produce placer y que está presente en otras adicciones. Esto puede explicar que a veces sí nos comportamos como esclavos de esta tecnología.
-¿Estamos entregando nuestra privacidad a cambio de las satisfacciones y la comodidad que nos proporciona?
A la gente le gusta unirse a nuevas redes y le importa poco su privacidad. Estamos dando a las grandes empresas facilidad para manipularnos y para que tengan más información sobre nosotros, pero la gente parece contenta y no le supone ningún problema, aunque para mí si lo es. Todo lo que hacemos en línea es información para las empresas y los Gobiernos.
-Ha comparado Internet con el mundo feliz de Huxley más que con el Gran Hermano de Orwell. ¿Por qué?
Es una herramienta que nos produce placer, entretenimiento, diversión y nos hace renunciar a nuestra privacidad y reducir nuestra libertad de forma voluntaria por los placeres que nos ofrece a cambio. No hay nadie que nos lo imponga directamente, somos nosotros los que disfrutamos picoteando aquí y allá, siendo superficiales.
-¿Pero el problema es Internet o el uso que cada uno haga de esta herramienta?
Internet nos impone una forma de pensar y de actuar. Estamos conectados todo el tiempo, el trabajo está muy relacionado con las nuevas tecnologías. Necesitamos intercambiarnos mensajes con nuestros compañeros de trabajo, es el medio donde los jóvenes se realizan. Es decir, no es un problema de elección y uso personal, es que condiciona nuestra forma de pensar y actuar
-¿Cree que la influencia de Internet es similar a la que tuvo la aparición de la imprenta?
Creo que al final será más o menos similar y tan importante como fue la invención de la imprenta en su momento. Es la gran tecnología que después de la imprenta ha desbancado al libro.
-¿Cómo está influyendo en el periodismo y la literatura?
En la forma en que los periodistas redactan sus artículos, ya que tienen que resumir y escribir para un público que se centra mucho menos en lo que les quieren contar. En la literatura está afectando más despacio, pero también profundamente, porque los autores escriben cada vez más para una nueva audiencia que no presta atención, no se concentra lo suficiente y no quiere historias complejas ni experimentaciones. Los escritores deben asumir que en el futuro tendrán muchos menos lectores.
-Tampoco es partidario de los libros electrónicos.
Una de la mayores fortalezas del libro es que hace que nos concentremos, nos aislemos del entorno, nos metamos en el texto y no nos distraigamos, pero cuando las palabras pasan a la pantalla las aplicaciones distraen. Los e-books se presentan en dispositivos informáticos que están constantemente interrumpiendo con e-mails, gadgets, tweets, vídeos, links que dificultan la concentración en la lectura. Es mucho más difícil sumergirse en la lectura en un libro electrónico.
-¿Se puede decir que ahora que tenemos a nuestro alcance mucha más información que nunca hay más desinformación?
Hasta hace poco tiempo la gente buscaba información, se paraba y empezaba a pensar sobre ella, a relacionarla y organizarla. Hoy nos estamos olvidando de lo segundo, buscamos la información sin pensar después. Hay más información disponible que nunca, pero menos tiempo para reflexionar sobre ella. Ya no se piensa en profundidad y esa es la base que nos proporciona un conocimiento superior y hace que el cerebro funcione como debe hacerlo.
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