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martes, 14 de diciembre de 2010

La torre de Pisa endereza el rumbo

El monumento italiano reabrirá mañana sus puertas con normalidad después de que los ingenieros hayan logrado corregir en parte su peligrosa inclinación
Andrés Losada /LA VOZ. 14/12/2010
La torre de Pisa no es la más inclinada del mundo. Del mundo antiguo, se entiende. Ese honor recae en un campanario de la pequeña localidad alemana de Suurhusen, construido en 1450 sobre cimientos de roble y que se acerca al suelo 0,5 grados más que el campanile italiano. Y aunque en Abu Dabi han levantado un rascacielos de 35 plantas -la torre Capital Gate- que aún desafía más la ley de la gravedad, ninguna construcción rivaliza en atracción turística con el campanario de la ciudad transalpina. 
Con una altura de 55,7 metros y un peso estimado en 14.700 toneladas, la torre de Pisa fue iniciada en el 1170 por Bonanno Pisano y desde un principio comenzó a inclinarse por un defecto en la cimentación, por lo cual se detuvo la construcción. Un siglo después Giovanni de Simone continuó la labor, pero no se logró concluir totalmente la obra sino hasta el siglo XIV. En 1372 Tommasso di Andrea Pisano construyó la última planta, el campanario, y se instalaron las siete campanas, una por cada nota de la escala musical. Se considera que su intervención combina armónicamente los elementos góticos del campanario con el estilo románico de la torre. 
Sin embargo, tras la conclusión del campanario la torre empezó a inclinarse hacia el sur. En 1550 hubo una acción importante para salvarla, merced a los trabajos de cimentación que realizó Vasari. Pero en el siglo XIX continuó cayéndose, después de que unos ingenieros hidráulicos hicieran unos trabajos que modificaron la capa freática. La construcción alcanzó una inclinación récord de 5,5 grados, extendiéndose a 4,5 metros de la vertical. 
El edificio estuvo cerrado al público desde enero de 1990 por peligro de derrumbamiento. Los diez años de clausura sirvieron para afianzar los cimientos y enderezar la torre, eliminando 38 metros de tierra de la zona inferior a la base. 
En el 2001 volvió a abrise el monumento al público, pero de forma restringida. Antes del cierre, más de 800.000 personas subían anualmente a la torre, pero desde su reapertura las visitas son limitadas y controladas para evitar daños ocasionados por el sobrepeso. Pagando una entrada de 15 euros por persona, se permiten grupos de turistas de 30 personas, quienes pueden permanecer entre 35 y 40 minutos. Ahora, los expertos aseguran que han conseguido corregir la inclinación lo suficiente como para que el campanile no se desplome y mañana volverá a abrir sus puertas con normalidad. Curiosamente, el mayor peligro para la torre, los centenares de miles de turistas que la visitan cada año, han sido también su salvación, ya que los trabajos de rehabilitación se han sufragado en parte con el precio de la entrada. En total se han destinado siete millones de euros en esta última fase, a los que hay que sumar los otros 30 millones invertidos anteriormente.

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