MARÍA CEDRÓN / la voz 16 de diciembre de 2012
Cubos de plástico, envases para almacenar verduras, perchas para la ropa, tubos utilizados en fontanería... Ese es el destino de las toneladas de tapas que se recogen cada día por todos los rincones de Galicia. El reciclado de los conocidos ya como tapones de la solidaridad no solo da un segundo uso al plástico, también abre la puerta a la esperanza. En Galicia en estos momentos está dando una oportunidad a Reda, un pequeño de la comarca de Xallas con dificultades para caminar; a Alma, una pequeña de Vigo que sufre una enfermedad degenerativa; a Ángel, un pequeño de Lugo con parálisis cerebral, y a Jessie, una joven de Redondela con distrofia, que requiere un estudio clínico urgente. Antes se la dio a Diogo, a Paula, a Lola... Y en el futuro continuará dándosela a muchos otros.
Pero el camino que recorren las tapas desde que dejan las botellas de agua, de detergente o de leche hasta convertirse en cubos o perchas no es corto. Requiere una infraestructura que se extiende por toda Galicia y que se ha ido creando poco a poco. Cualquiera puede formar parte de ella.
Como Isabel Rancaño, quien desde hace meses colecciona tapas. Comenzó por solidaridad con Paula, la pequeña de Boiro que está sometiéndose a un tratamiento en Alemania para poder andar. Vive en Lugo, pero buscó el modo de hacer llegar las tapas hasta allí. Ahora es su marido el que se encarga de transportar en su camión las que se recogen en Santiago, A Coruña y Lugo y que tienen como destino el banco de Tomiño. «Cuando tiene un viaje, aprovecha para ir al banco de tapones de Tomiño», explica.
Y no solo lleva las que recolectan en los bares o colegios de la capital de las murallas. En la carga están las que vienen de Santiago o A Coruña. En ambas ciudades son los miembros de la asociación Avant los que se encargan de almacenarlas para luego acercarlas hasta Lugo, desde donde las baja ese camionero.
Uno de los que se encarga de recogerlos bar a bar en A Coruña es Antonio Sanjuán. «Los voluntarios vamos por los restaurantes, cafeterías... por todos aquellos lugares que acumulen tapones para colaborar. La Grumico de A Coruña también colabora,», explica. Recuerda que el que quiera también puede llevarlos hasta la asociación.
Reciclaje
En el banco de Tomiño los voluntarios organizan jornadas para descartar el material que no vale. Desde ahí, una empresa de transportes los lleva gratuitamente a la planta de reciclado de Reserplas, que está en Redondela. Antes de que sean descargadas, la empresa ingresa el dinero correspondiente al beneficiario de cada campaña. En la fábrica se convierten en bolitas de plástico de colores que luego son enviadas a las diferentes factorías para acabar convertidas en perchas, cubos, tuberías o piezas.
Es el fin de una cadena que empieza en casa. Porque todo el mundo puede ser un eslabón más de esa gran cadena de solidaridad que empezó a ensamblarse en Galicia para ayudar a Diogo, el pequeño portugués que tras reunir millones de tapas logró por fin un brazo.
Pero el camino que recorren las tapas desde que dejan las botellas de agua, de detergente o de leche hasta convertirse en cubos o perchas no es corto. Requiere una infraestructura que se extiende por toda Galicia y que se ha ido creando poco a poco. Cualquiera puede formar parte de ella.
Como Isabel Rancaño, quien desde hace meses colecciona tapas. Comenzó por solidaridad con Paula, la pequeña de Boiro que está sometiéndose a un tratamiento en Alemania para poder andar. Vive en Lugo, pero buscó el modo de hacer llegar las tapas hasta allí. Ahora es su marido el que se encarga de transportar en su camión las que se recogen en Santiago, A Coruña y Lugo y que tienen como destino el banco de Tomiño. «Cuando tiene un viaje, aprovecha para ir al banco de tapones de Tomiño», explica.
Y no solo lleva las que recolectan en los bares o colegios de la capital de las murallas. En la carga están las que vienen de Santiago o A Coruña. En ambas ciudades son los miembros de la asociación Avant los que se encargan de almacenarlas para luego acercarlas hasta Lugo, desde donde las baja ese camionero.
Uno de los que se encarga de recogerlos bar a bar en A Coruña es Antonio Sanjuán. «Los voluntarios vamos por los restaurantes, cafeterías... por todos aquellos lugares que acumulen tapones para colaborar. La Grumico de A Coruña también colabora,», explica. Recuerda que el que quiera también puede llevarlos hasta la asociación.
Reciclaje
En el banco de Tomiño los voluntarios organizan jornadas para descartar el material que no vale. Desde ahí, una empresa de transportes los lleva gratuitamente a la planta de reciclado de Reserplas, que está en Redondela. Antes de que sean descargadas, la empresa ingresa el dinero correspondiente al beneficiario de cada campaña. En la fábrica se convierten en bolitas de plástico de colores que luego son enviadas a las diferentes factorías para acabar convertidas en perchas, cubos, tuberías o piezas.
Es el fin de una cadena que empieza en casa. Porque todo el mundo puede ser un eslabón más de esa gran cadena de solidaridad que empezó a ensamblarse en Galicia para ayudar a Diogo, el pequeño portugués que tras reunir millones de tapas logró por fin un brazo.
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