Rocío Pita Parada / la Voz 02 de febrero de 2012
Rodeados de vallas, arquetas y hormigón, la plaza del Cruceiro de Canido cuenta desde el pasado martes con dos pequeños huertos de repollos. No se han criado de forma espontánea, aunque bien podrían haberlo hecho de haber contado con un sustrato más adecuado que el barro y el cemento que cubre desde hace meses el corazón del barrio. Los han plantado los responsables de dos negocios, desesperados por los devastadores efectos de la parálisis, hace más de un mes, de las obras que debían transformar la plaza en algo más habitable.
Medio centenar de ejemplares vegetales se alinean a medio camino entre la ironía, la protesta y la reivindicación. Es, según sus autores, una «huerta de libre interpretación». Para que cada uno deduzca lo que quiera. Pero un vistazo al entorno despeja cualquier duda. «A falta de terracita nos vamos a convertir en un restaurante ecológico», dice Pablo Pardo García, propietario del restaurante A Cándida, abierto hace poco más de quince días. «Canido siempre fue la huerta de Ferrol y parece que lo va a seguir siendo», dice al tiempo que justifica que la presencia de los repollos recién plantados «para aprovechar este campo maravilloso».
El sentido del humor le ha venido tras días «realmente desesperado». Explica que «lo estoy pasando realmente mal, no me da ni para pagar la Seguridad Social». Después de noches sin dormir, «decidí tomármelo con sentido del humor y hacer esto. Necesitaba reírme de la situación».
A la espera de la cesión de los trabajos que tenía adjudicados la empresa Construcción Técnica GCM y consciente de que «burocráticamente será muy difícil mover esto», Pablo Pardo cree que «no se está gestionando muy bien el tema de la seguridad. Nadie viene a controlar nada. Dentro de que la situación es caótica, estamos en abandono total».
Metros abajo encontró una aliada en su protesta hortícola. Raquel Oreona, que atiende el quiosco Cruceiro de Canido. «Por lo menos, sacarle rendimiento. A ver si podemos comer repollos, ya que de otra cosa no se va a poder comer, porque como siga así, vamos a tener que cerrar».
Porque lejos de mejorar, la situación empeora cada día y el abandono se hace más patente. Un tapacubos abandonado es solo la muestra de uno de los múltiples incidentes que se producen.
«Se vende barro»
Hasta en la amigable vivienda que mostraba una pizarra con el lema «Canido loves Milagrosa» ha cambiado su eslogan. «Se vende barro» es el nuevo. También lo tienen en grandes cantidades en la rebautizada como calle Lama -la antigua Alonso López-. Letreros que en las viviendas de esta vía llevan pareja la palabra «vergüenza». Por todo ello, vecinos y comerciantes se concentran a las doce de este mediodía en la plaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario