LA VOZ 11 de noviembre de 2014
Pekín ha decidido dar un nuevo paso para mentalizar a su población a favor del medio ambiente y ha caído en la cuenta de que, por la vía del bolsillo, siempre es más fácil llegar a la conciencia de los ciudadanos.
Por eso, el gobierno de la capital de China ha decidido instalar en estaciones de una de sus líneas de metro máquinas recolectoras de botellas de plástico por las que, a cambio, los usuarios reciben crédito para usar en el medio de transporte, según informa The Guardian.
Los transeúntes reciben entre 5 fen y 1 jiao (5 y 10 céntimos de yuan, respectivamente), que se añaden al crédito de sustarjetas de metro, por cada botella de tereftalato de polietileno (PET) que introducen en la máquina. Esta, a continuación, las aplasta hasta que quedan a un tercio de su tamaño original y las ordena según su tipo y color.
Una medida sencilla y «fácil de usar», según explican empleados de la compañía de reciclaje Incom, que se prevé que se amplíe a la totalidad de la red del transporte subterráneo de la ciudad e incluso a las paradas de autobús y áreas residenciales.
El reciclaje, una lucrativa actividad
Estas máquinas supondrán una enorme competencia para elvasto ejército de recolectores de plástico que se mueven por la ciudad, cuyo número estimado oscila entre 500.000 a 20 millones de personas, que incluso van puerta por puerta para conseguir botellas o reciben llamadas para ir a recogerlas a domicilio.
Algo que demuestra la importancia del negocio del reciclaje de plástico en un país del tamaño y la población del gigante asiático. Según explica The Guardian el bloguero residente en Shanghai Adam Minter estima que el reciclaje es la segunda profesión más popular en el campo después de la agricultura y que solo el mercado de PET mueve miles de millones de dólares anuales.
Considera, además, que los motivos para el reciclaje varían de un país a otro, y que «si bien en Occidente el reciclaje es una actividad verde, en el Asia en desarrollo, se trata de una actividad económica», por lo que, aunque valora positivamente la iniciativa, incide en que, «si las máquinas no ofrecen más que el precio de mercado, la idea no funcionará».
La compañía instaladora argumenta que, además de valorar la parte económica, es importante concienciar a los ciudadanos de los factores medioambientales y recuerda que muchos de los recolectores informales reutilizan el plástico para ropa y, durante sus actividades no reguladas, producen altos niveles de contaminación, mientras que Incom lo hace «de la forma más limpia y eficiente posible».
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