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martes, 28 de enero de 2014

«Quinín» continúa con su plácida vida en Carral y ya va para los 7 años

El célebre cerdo de Dumbría habita una finca de casi 7 ferrados
S. G. Rial   28 de enero de 2014
Quinín, el cerdo más famoso de España, el que se comportaba casi como un perro, se hizo famoso a principios del 2008. Había nacido a mediados del 2007, adquirido a finales en la feria de Senande-Muxía, y se crio en Dumbría. Paseaba a diario con su amo, Antonio Caramés, por las pistas de la localidad, en compañía de la perra Chispa. Atendía y obedecía las órdenes: jugaba, se sentaba, corría, reaccionaba a las llamadas de la voz del dueño (y solo a esas), se dejaba acariciar, se tumbaba y levantaba las patas, era exquisito en la alimentación y, aunque suene extraño, era limpio. El cariño era mutuo.
El resto de la historia es conocido, aunque el paso de los años tiende a diluir los detalles. Cerdo al fin y al cabo, su destino estaba escrito y no debería haber sobrevivido unos meses. Pese a todo eso, este año cumplirá los 7 años. Una persona anónima decidió salvarle la vida y se lo llevó a a una finca de Carral, en A Coruña. Decidió que, por sus capacidades, merecía vivir. Y hasta hoy.
Siete años son una cifra insólita para un marrano. Difícil de probar, pero seguramente se trate del cerdo más longevo, o de los más longevos, de España. Solo podría competir en edad con un animal del que el dueño se haya apiadado y lo reservase para acompañarle.
Sin sobresaltos
Desde el 2008 habita el solo una finca de casi siete ferrados (3.100 metros cuadrados en Carral, curiosamente, más o menos uno por cada euro que costó salvarlo del cuchillo). Toda para él. Desde entonces, no ha tenido sobresaltos. Acaso uno en el 2008, cuando su antiguo dueño, Antonio Caramés, lo visitó, acompañado de la perra Tila: los reconoció y echó a correr hacia ellos. Además de listo, con buena memoria.
El otro es más reciente, de septiembre. El habitual cuidador, Pedro Castro, tuvo que dejar su tarea, que quedó encomendada a Luis Barbeito. Quinín notó el cambio de alimentador. «Canto máis vello se fai, máis desconfiado é», señala Barbeito. Tuvo que ganarse su confianza. No es difícil cuando dependes de esa persona para comer. Lo normal: las sobras de la comida, maíz, pienso... «Está como quere, ten todo o campo para el, foza moito na terra. E está moi mimado», reconoce. Sigue siendo una atracción. Ya menos, claro, pero aún son muchos los que se acercan a verlo.
Un mastodonte de unos 300 kilos
Está relativamente cerca del centro de Carral, a escasos metros de la AC-550, la que cruza el pueblo. Todos conocen su historia y, además, pocas veces se tiene cerca a un mastodonte de unos 300 kilos, o eso es lo que se le calcula. Luis está encantado. «A verdade é que se porta moi ben, ben se ve que é moi listo», añade. Y ha tenido suerte en todo: ni siquiera fue castrado, como la mayor parte de sus congéneres que prácticamente nacen con la sentencia en la frente.
¿Morirá alguna vez como ellos? «¿Matalo? ¡Non, nunca! Morrerá de xeito natural», responde Luis. Así que le deben quedar aún unos cinco o seis años, que es lo que estiman los expertos que pueden vivir estos animales. Mientras, su día a día se resume en comer, dormir, pasear por la enorme finca y, quién sabe, recordar sus años de Dumbría.

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