EFE 20 de octubre de 2014
La estrella del pop virtual Hatsune Miku es una artista consolidada en el mercado musical nipón y con proyección internacional pese a su condición incorpórea, una limitación que no le impide subirse a un escenario y hacer vibrar a miles de seguidores. Tímidamente pero con firmeza, este fenómeno nacido en el país tecnológico por excelencia se abre camino en Occidente impulsado por apariciones como la de la semana pasada en el programa de televisión estadounidense Late Night de David Letterman o acompañando a la mismísima Lady Gaga, para quien actuó como telonera el pasado mayo.
Nacida en el 2007 como mascota de un software sintetizador de voz para escribir canciones, esta vocaloid (contracción de vocal y android) de largas coletas color turquesa ha llegado a subirse al Teatro Châtelet de París, donde en noviembre del 2013 protagonizó la ópera futurista The End, del músico japonés Keiichiro Shibuya.
Es precisamente en la composición ajena donde esta celebridad se encuentra con el «mundo material», pues los autores de los temas que interpreta son los usuarios de la aplicación, un software de código abierto basado en la tecnología vocaloid de la nipona Yamaha, que permite su uso sin ánimo de lucro a todo el que lo desee.
El aspecto del avatar, de estética manga, era el de una jovencita de 16 años entusiasta de la música pop, y su nombre, Hatsune Miku, el mismo que el del sintetizador, que literalmente traducido del japonés significa «el primer sonido del futuro». Comenzó entonces un fenómeno sin precedentes que desembocó en una auténtica subcultura cibernética en torno a la creación y difusión de contenidos relacionados con la imagen y la voz artificial de esta diva del j-pop (pop japonés), y que nada tiene que ver con la locura pasajera que desató el sintetizador italiano Loquendo.
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