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lunes, 17 de marzo de 2014

De vuelta en Asturias

Siempre hay que volver a Asturias. A su triangulo "mágico" Avilés-Oviedo-Gijón. En Asturias debió estar ubicado el paraíso terrenal. Lo estropeó Dios cuando creó la lluvia. Difícil encontrar un día entero sin lluvia. Pero los pocos que hay buenos son extraordinarios. No voy a ser quién deje mal a Asturias por el tema del tiempo.
Asturias combina en muy poco espacio mar y montaña, campas y ríos, pueblos y ciudades. Todo está cerca. Es frecuente encontrarse con la misma gente desayunando en el Hotel de Oviedo, comiendo luego en un restaurante de Avilés y por la tarde, en una sidrería de Gijón. Tienen un poco frecuente arte de combinar las fachadas de sus casas con colores que por si solos son rechamantes pero juntos forman una espléndida armonía.
Qué voy a decir de la comida: variada y abundante, sus tablas de quesos o las fabes, su pixín y su chuleta de buey y encima, regados con sidra. No sigo, que me empacho. Los navarros llevan fama de tragones, pero creo que los superan ampliamente los asturianos.
Avilés
Es el patito feo, negro y sucio. Eso creía yo también hasta que un día se me ocurrió salir de la autopista y entrar. Sí, hay casas manchadas de carbón y algunas otras destartaladas y en estado de abandono. Pero cuando uno callejea, por sus plazas, sus soportales, sus monumentos, rápidamente cae el tópico típico y se encuentra con una de las partes viejas más bonitas de todo el Norte. En este último viaje, han arreglado multitud de casas y ya hay menos locales comerciales abandonados. Se me olvidaba comentar su maravilloso parque amurallado, una parte de estilo inglés y otra francés (me quedo con el primero).  Ideal para echar una buena siesta después de una comida regada con abundante sidra.
Oviedo
Es la ciudad señorial, limpia que da esplendor. Su parte vieja es más consistente que la de Avilés. Para mí, todo está demasiado "colocado", ordenado, limpio. La zona que más me atrae es la rodea el Mercado del Fontán, preferentemente al mediodía. No se puede uno marchar sin cenar en el Terra Astur, en la Gascona.

Gijón
Vistos sus rincones, sus edificios, sus playas, sus calles, de una en una, sueltas, no es una ciudad especialmente bonita. Pero en conjunto, lo tiene todo, y sobre todo ambiente. Como Sevilla, tiene un color y un sabor especial. Caminar por el parque junto al Molinón, cafelito en el Dindurra, bañito en el Poniente, una sidra en su Parte Vieja, comida en La Galana, paseo-siesta en el Cerro de Santa Catalina, otro baño en S. Lorenzo, el aperitivo en el Tostadero al caer la tarde, ...
Queda Hablar de sus pueblos y de sus entornos. Para otra vez. Volveremos.


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