Luis A. Núñez 27/2/2011
A los 18 dejó su casa natal en la villa coruñesa de Cedeira para embarcar en un navío. Seis años después estaría a los mandos de un mercante de 80.000 toneladas acarreando fuel o graneles. Pero cuando cumplió 40, cansado de surcar las solitarias aguas de medio mundo, José Antonio Bustabad regresó a su casa cedeiresa porque, «llegado a capitán, no había posibilidad de seguir creciendo». Y se puso a inventar.
Hace una semana saltó a la palestra por un ingenio que ahora se rifa la Administración y que simplificaría sobremanera la colocación de barreras oceánicas en la bocana de las rías gallegas para proteger su riqueza biológica. Ahora abre su taller de ideas para mostrar a La Voz, con la modestia del lobo de mar que fue, lo que él denomina «chorraditas», pero que suman ya más de setenta ingenios en múltiples disciplinas que convierten a Bustabad en el último Leonardo da Vinci gallego.
La creatividad no es algo que le llegara con el retiro. «Fue como retomar cosas que tenía aparcadas y que, por falta de tiempo, no podía llevar a cabo», explica. Y es que ya a los ocho años, recuerda, trataba de recrear las aventuras que leía en las novelas de Julio Verne: «Siempre hice experimentos. Una vez compré ácido clorhídrico y lo eché en el agua para extraer el hidrógeno e hinchar los globos».
El encendedor solar
Tras dejar los mandos del carguero, su primera invención fue, recuerda, «un encendedor solar». Confiesa su gran pasión por el astro rey y explica cómo confeccionó un mecanismo a base de espejos y una potente lupa, capaz de encender una mecha en cuestión de segundos. Desde entonces, el Sol entraría en su vida de una manera que ni se podría imaginar.
Porque en su cartera de inventos se encuentran también múltiples desarrollos de relojes solares, muchos de los cuales diseñó por encargo de particulares y también de Administraciones. Un ejemplo se encuentra a pocos kilómetros de su Cedeira natal, en el municipio de Narón, en un parque dedicado a la etnografía y a la vida rural.
«Estoy seguro de que el primer reloj de sol nació con el primer hombre», explica Bustabad. Pero su aportación fue otra: «Cada reloj valía solo para un punto determinado, los míos se pueden utilizar en cualquier parte del mundo, del Polo Norte al Polo Sur». Hace ya varios años, además, desarrolló una aplicación informática que ofrece los cálculos exactos sobre la posición solar según la latitud y la longitud en la que se encuentre el dispositivo.
Desde el primer aparato, numerosas empresas de cerámica se interesaron por sus relojes, desde la prestigiosa Lladró hasta la gallega Sargadelos. Y con esta última desarrolló hasta la fecha cinco modelos distintos («y un calendario solar», matiza) que se vendieron como churros en ediciones limitadas y numeradas, acompañadas de sus respectivos cuadernos explicativos sobre cómo usarlos.
Atribuye el éxito de los relojes a que funden la cuestión estética de la cerámica típica con la utilidad científica. Lo explica: «No son solo figuras para acumular polvo».
Aun así, para José Antonio Bustabad es «frustrante» la aceptación que tienen algunos inventos mientras otros se pierden en maquetas, prototipos y planos que esperan en un cajón a que alguna empresa interesada los rescate.
Un ejemplo es la pasarela hidráulica para rascacielos. El Leonardo gallego confiesa que gestó esa invención tras los terribles atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de Manhattan. «Se me caía el alma al suelo al ver cómo la gente del rascacielos se tiraba al vacío», recuerda. Entonces empezó a trabajar en una solución. Porque las ideas brotan así en su cabeza: «Veo una cosa que ya existe y empiezo a pensar en qué se puede mejorar». En apenas tres días diseñó mentalmente una serie de pasillos hidráulicos que saldrían varios metros de las fachadas de los rascacielos a distintas alturas como vías de evacuación para helicópteros.
Seguridad ante todo
El mayor empeño de José Antonio Bustabad es el de mejorar la seguridad. Y buena parte de sus proyectos se desarrollan en el medio marítimo. Como ese sistema de enganche para barreras oceánicas, cuyo cometido es evitar que las embarcaciones tengan que sujetar esos mecanismos y asumir mayor gasto de gasolina y mayor riesgo de vuelco por tensión de las barreras.
El segundo ingenio que desarrolló en su vida está también relacionado con la seguridad en la mar. En 1993 diseñó un mecanismo para reflotar barcos hundidos. Para explicarlo coge un cubo de agua y un pequeño contenedor de cristal con un globo dentro: «Este fue el prototipo. Lo hice con un tarro de mermelada y la bomba de un tensiómetro». Inunda el recipiente en el caldero, empieza a apretar la bomba y el globo se hincha expulsando al exterior del bote el agua.
«Después de hacerlo, cedí la patente y utilizaron algo parecido para reflotar el Siempre Casina, un pesquero hundido frente a aguas de Ribadeo en el 2005», añade. Llegó incluso a desarrollar un kit de supervivencia «para botes de dos personas» que ya incluía un mecanismo hinchable preparado para dispararse en cuanto se sumerge en el agua.
El dispositivo de reserva de flotabilidad es otro de sus ingenios. «Para ser un buen capitán, había que bajar a las bodegas y recorrer el barco, no como los que piensan que ya lo harán otros; yo me lo curré y nunca tuve ningún problema», dice. Y por eso conoce a fondo la morfología de los cargueros. Especialmente sensibilizado con los petroleros, por la «responsabilidad» que supone transportar miles de toneladas de productos altamente peligrosos, ideó un sistema para los buques de doble casco. «Es cierto que tiene un mayor peligro de hundimiento por gravedad» porque, apunta, una brecha en uno de los costados del casco supone inundar una parte del navío, arrastrando la carga hacia ese lado y causando su vuelco. Por eso diseñó un sistema de compartimentos estancos que permiten al capitán equilibrar las sentinas dañadas para que el carguero nunca pierda la horizontal.
La faceta artística
Pero el título de Leonardo no se lo gana Bustabad solo por sus invenciones. También cultiva la creatividad en otros ámbitos desde hace años. De hecho, en 1980 publicó el poemario Penumbras con la editorial madrileña Castalia; aunque su actividad más reciente se centra en la composición escultórica, en muchos casos también relacionada con el Sol y la astrofísica. Ha exportado obras a municipios de toda España y trabaja en un encargo para la Castellana de Madrid.
Actualmente, en colaboración con los diseñadores del Centro de Innovación e Servizos de Galicia, desarrolla la recreación virtual de la maniobra que debió haber realizado el capitán del Titanic para evitar el hundimiento. «Porque la película de James Cameron está muy bien, pero está llena de imperfecciones técnicas», concluye.
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