Á.M. Castiñeira / La Voz 19/7/2010«Venimos a por el cheque». Unánime. Ni para hacer historia ni «porque seamos frikis». Un vale de 200 euros para los 20 primeros clientes (que han de entrar vestidos de amarillo y azul) sirvió de perfecto reclamo para que ayer empezara a formarse la cola a las puertas de Ikea. Y el cupo para este primer premio estaba prácticamente cerrado a las once de la noche, porque los allí congregados ya rozaban la veintena. Pero había sitio para los que aspiraban a la medalla de plata (un cheque de 50 euros para los 300 siguientes), y el goteo continuó, y a medianoche eran ya cerca de 30.
En lo alto del podio estaba Xabier Graña, vecino de Narón que trabaja de vigilante en el Museo de Belas Artes coruñés. Llegó a las tres de la tarde, con el sol en lo alto pegando fuerte mientras algunos trabajadores ultimaban los detalles en las instalaciones. Espera que su paciencia ante la nueva tienda de la multinacional sueca le sirva para conseguir de balde «unha mesa para a sala e unha librería», aunque todavía no tiene muy claro si esta última será la famosa Billy . Completan el cajón los hermanos Pablo e Íñigo Miranda, coruñeses y estudiantes de ingeniería naval y, por ahora, de selectividad, respectivamente. Se plantaron en la Grela a las nueve y cuarto de la tarde porque quieren hacerle un regalo a su madre. Fue justo antes de que llegaran Macarena Guzmán y Adrián Orosa, pareja de novios santiagueses que invertirán los 200 euros en amueblar su futuro estudio de diseño en Bertamiráns.
Y detrás llegaron más, en su mayoría jóvenes, bien pertrechados para disfrutar de dos noches, y todo un día, al raso. Sacos de dormir, tiendas de campaña, neveras portátiles y provisiones... No faltaba de nada. Y claro, una lista «notarial», explicaba Pablo, para hacer constar quién había llegado a qué hora.
Al servicio cada dos horas
Tampoco desmerecía el dispositivo que organizó la multinacional: vallas amarillas para ordenar la cola y turnos para ir a los urinarios en el interior, en la zona del párking. Un vigilante lo explicó: «Cada dos horas pasará por aquí un compañero para llevaros al servicio. El que quiera ir, que se lo diga».
A primera hora de la noche no hubo ninguna aglomeración para seguir al guarda. Todo lo contrario de lo que sucedía a un centenar de metros, en la glorieta que en el futuro servirá de nudo a la carretera de Arteixo con la tercera ronda. El paso inferior está listo, pero ayer aún no había sido abierto al tráfico, lo que obligó a los conductores que entraban en la ciudad desde la AG-55 a pasar por un embudo a partir del que se formaron atascos que se tradujeron en retrasos próximos a los treinta minutos.
En lo alto del podio estaba Xabier Graña, vecino de Narón que trabaja de vigilante en el Museo de Belas Artes coruñés. Llegó a las tres de la tarde, con el sol en lo alto pegando fuerte mientras algunos trabajadores ultimaban los detalles en las instalaciones. Espera que su paciencia ante la nueva tienda de la multinacional sueca le sirva para conseguir de balde «unha mesa para a sala e unha librería», aunque todavía no tiene muy claro si esta última será la famosa Billy . Completan el cajón los hermanos Pablo e Íñigo Miranda, coruñeses y estudiantes de ingeniería naval y, por ahora, de selectividad, respectivamente. Se plantaron en la Grela a las nueve y cuarto de la tarde porque quieren hacerle un regalo a su madre. Fue justo antes de que llegaran Macarena Guzmán y Adrián Orosa, pareja de novios santiagueses que invertirán los 200 euros en amueblar su futuro estudio de diseño en Bertamiráns.
Y detrás llegaron más, en su mayoría jóvenes, bien pertrechados para disfrutar de dos noches, y todo un día, al raso. Sacos de dormir, tiendas de campaña, neveras portátiles y provisiones... No faltaba de nada. Y claro, una lista «notarial», explicaba Pablo, para hacer constar quién había llegado a qué hora.
Al servicio cada dos horas
Tampoco desmerecía el dispositivo que organizó la multinacional: vallas amarillas para ordenar la cola y turnos para ir a los urinarios en el interior, en la zona del párking. Un vigilante lo explicó: «Cada dos horas pasará por aquí un compañero para llevaros al servicio. El que quiera ir, que se lo diga».
A primera hora de la noche no hubo ninguna aglomeración para seguir al guarda. Todo lo contrario de lo que sucedía a un centenar de metros, en la glorieta que en el futuro servirá de nudo a la carretera de Arteixo con la tercera ronda. El paso inferior está listo, pero ayer aún no había sido abierto al tráfico, lo que obligó a los conductores que entraban en la ciudad desde la AG-55 a pasar por un embudo a partir del que se formaron atascos que se tradujeron en retrasos próximos a los treinta minutos.
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