Etiquetas

Hay gente para todo (1132) Documentos (1043) ambiente (574) Tecnología (474) Música (360) Ciencia (329) Animales (270) Informática (189) Música para una cuarentena (86) Bicicleta (64) Humor (53) cocina (38) de viaje (22) Fotografía (19) Historia (18) Chapuzas (17) Opinión (11) arquitectura (9) Arte (8) Salud (8) Retro (4)

Panorama

Otras formas de ver el blog

Otras formas de ver el BLOG: TIMESLIDE / MOSAIC / FLIPCARD / SNAPSHOT

sábado, 28 de octubre de 2017

Sobre la hora, la luz y la vida

Nuestro ritmo biológico depende de los ciclos noche-día, pero el desajuste es cada vez mayorJavier Cudeiro Mazaira, 28/10/2017
Todo comenzó en París en 1784. Benjamín Franklin, embajador de los EE. UU. en Francia, con la sana intención de ahorrar en velas, propuso un cambio en la hora para alargar el día. Y de aquellas lluvias estos lodos; hasta el día de hoy y pasando por la crisis del petróleo hemos venido modificando dos veces al año, en primavera y en otoño, la hora de nuestros relojes. No quiero entrar en la controversia de si el ahorro económico justifica el baile horario frente a las molestias que supone el cambio (ciertamente limitadas, pero reales) para las salud de determinados grupos de riesgo, esencialmente niños, ancianos y poblaciones con patologías de base, o sobre los posibles efectos transitorios que afectan a la conducción o a la productividad laboral.
Por supuesto, también existe debate sobre si poder despertarnos con más luz nos gusta más que tener unas tardes en que la luminosidad se extienda menos. Aspecto conflictivo que tiene mucho que ver con el modelo de sociedad en la que vivimos, en la que queriéndolo todo sustraemos horas al sueño para aumentar sin freno nuestras actividades y pagaríamos por días de 25 horas. Factura que hacemos extensible a nuestros hijos, que desde pequeñitos se amoldan a la hora de los adultos, que olvidamos que no lo son, lo que repercute en su bienestar biosocial y su rendimiento académico. Niños bivalentes que se han convertido en topos por las mañanas, levantándose con la oscuridad, y en búhos por las noches, sometidos a horarios con ritmo Travolta. Todo ello no tiene que ver directamente con el cambio de hora, sino con nuestra cultura y forma de entender la sociedad y con tener, en mi modesta opinión, una hora que se aleja de la que marca el sol y que convierte las 8.15 de la mañana de hoy mismo en una hora de tinieblas cuando la actividad hace rato ha comenzado.
Y sobre ello me gustaría reflexionar desde la perspectiva de la fisiología, es decir, desde lo que es el funcionamiento normal del organismo. Nuestros ritmos biológicos, y el sueño lo es, están relacionados con los ciclos de luz-oscuridad. La luz es un sincronizador de múltiples procesos del organismo, lo que significa que a lo largo de la existencia la regulación de nuestras funciones se ha unido firmemente a los cambios de intensidad lumínica durante las diferentes horas del día, y la forma más fisiológica de vida es la que se ajusta a esos cambios naturales. De esta forma, la secreción de aquellas hormonas que nos disponen para iniciar la actividad diaria es mayor por la mañana y con luz; por la tarde ocurrirá lo contrario, y las sustancias que nos marcan el descanso aparecen cuando la luz disminuye. Alterar los tiempos altera la vida. Podemos justificarlo como queramos, que tenemos que compatibilizarlo todo, que ya pasamos del período de cazadores-recolectores o que en nuestra sociedad la mayor parte de la población no vive en el rural y los requerimientos son otros. Opiniones muy respetables, pero que no callan el lenguaje del cuerpo y su buena función, íntimamente ligada a la luz y sus horarios naturales.
Javier Cudeiro Mazaira es catedrático de Fisiología de la UDC y director del Centro de Estimulación Cerebral de Galicia.

No hay comentarios: